- En el marco de su participación en la conferencia inaugural de los quince años del Carnaval de los Mil Tambores de Valparaíso, el investigador de la Facultad de Humanidades, Dr. Maximiliano Salinas, sostiene que frente a una cronología oficial de la vida chilena que refleja a un país segregador, serio y trágico, convive una nación de alma festiva. “El carnaval está en la esencia de los pueblos andinos, y nosotros, aunque no lo creamos, ¡somos un pueblo andino!”, puntualiza el académico.
Frente a una cronología oficial de la vida chilena que refleja a un país segregador, serio y trágico, convive una nación de alma festiva. Es la teoría del académico del Departamento de Historia de la Facultad de Humanidades. Dr. Maximiliano Salinas, para quien este relato alegre “si no se ha contado en Chile, se ha vivido al máximo. Es la historia milenaria de los pueblos indígenas, con su extrema sabiduría. Es la historia no contada de los pueblos mediterráneos que nos trajeron palabras, canciones y bailes. Es la historia campesina y terrestre de los pueblos de África. De toda esta enjundia venimos nosotros”.
Así lo sostuvo también en la conferencia inaugural de los quince años del Carnaval de los Mil Tambores de Valparaíso, realizada en la ex cárcel del Puerto. En la oportunidad, Maximiliano Salinas ahondó sobre “Cómo celebramos las y los chilenos” y se sorprendió después con el fructífero diálogo que se dio con los y las asistentes. “Eran músicos, cuequeros, actores, profesores y profesoras de historia, bailarinas de murgas africanas, visitantes de provincia. Conversamos con mucha libertad sobre el sentido de la fiesta en Chile. Me llamó la atención una profesora exiliada que decidió volver a Chile ¡a puro pasarlo bien y dejar atrás dolores y pesadumbres!”, señala sobre esta experiencia académica previa al carnaval.
La fiesta misma, dice, fue fascinante. “Particularmente hermoso fueron los pasacalles en los cerros incendiados de Valparaíso, llevando la alegría, subiendo el ánimo a los pobladores del cerro La Cruz”, relata el profesor, con quien sostuvimos una entrevista a partir del texto (adjunto a esta nota) que leyó en su participación en Valparaíso, y en el que aseguró que nuestra historia “no es individual ni trágica. Esa la inventaron, para desgracia colectiva, los vigías o intelectuales de un mundo exclusivo, colonial”.
_ La tesis central de su exposición se centró en la dicotomía de una sociedad chilena triste y gris, pero que en el fondo siempre ha cultivado un espíritu festivo. Si esto último es cierto, ¿cómo llegamos a creer que no teníamos carnaval?
_ El carnaval está en la esencia de los pueblos andinos, y nosotros, aunque no lo creamos, ¡somos un pueblo andino! El carnaval está en nuestros genes. Era palpable en el último día del carnaval en Valparaíso, la fascinación con que bailaban comparsas andinas, jóvenes de San Miguel de aquí de Santiago, o incluso jóvenes de Osorno. Aparte de una excelente comparsa de la propia Universidad de Santiago. El no-carnaval de Chile es algo postizo, implantado a la fuerza por la “siutiquería grecolatina”, como diría Nicanor Parra. Creo que hoy estamos viviendo un renacer de identidades subterráneas o sumergidas por culturas importadas.
_ La festividad chilena se reflejaría incluso en los poemas de Gabriela Mistral, a quien según escribe, hemos hecho una mujer sin tambor. ¿Qué piensa de esta injusticia histórica de haber situado a nuestra Nobel como una mujer distante, seria, fría?
_ Gabriela Mistral era un crisol de sabidurías andinas, diaguitas, españolas, africanas. Todo ese caudal estaba en sus genes. Por eso yo digo que ella sabe de tambores: indígenas y africanos. Además era una mujer tropical, que no podía vivir sin el sol del Trópico. Ella reivindicó el tropicalismo como “estado de ardor del alma”. Más aun, se burlaba de “esos viejos de manos heladas que son los retóricos”. Esos viejos retóricos, con sus “manos heladas”, fueron quienes la transformaron en la mujer seria, fría, distante. Es tiempo de recobrar a Gabriela Mistral con todo su ardor, su calor, su valor. Su condición carnavalesca.
_ En su relato hace referencia al escritor Pedro Ruiz Aldea, quien habría detectado el alma festiva del pueblo chileno...
_ Pedro Ruiz Aldea fue un periodista magnífico que se dio cuenta del enorme espíritu de carnaval de la sociedad chilena del siglo XIX. También hay que recobrarlo, releerlo. No basta con leer a Barros Arana. El gran carnavalesco de la cultura chilena contemporánea es Nicanor Parra. Su risa ha puesto de cabeza todos los pseudo valores de nuestro arribismo patético. Con él todos bajamos del Olimpo. “Y la Gloria Astudillo / Por no ser menos / Se sacó los fundillos / Y el sostén-senos.” (Nicanor Parra, La cueca larga, 1958).
_ Usted plantea que “hay que tener cuidado con los tambores”. Es fácil relacionar esta frase con las luchas del movimiento estudiantil, o a las peticiones de justicia social que empiezan a cobrar cada vez mayor fuerza en la sociedad chilena...
_ ¡Esa es la cosa! Si los tambores suenan, es por algo. El movimiento estudiantil que ha despertado a Chile del letargo colonial heredado de la dictadura tiene una banda sonora, el ritmo carnavalesco de los tambores. Es como decir basta a la impostura del compás neoliberal. Los jóvenes han salido a la calle a clamar y reclamar por una vida propia y con ganas. Mucho más allá de la medida de lo posible. Esto es atronador, y renovador. En cada protesta hay un tambor. Mil tambores, es una metáfora. Los pueblos sometidos se alzan con un instrumental de larga duración. El pueblo parte con su música a otra parte.
_ ¿En la actualidad, cómo debemos interpretar el carnaval?
_ El Carnaval es pura espontaneidad popular. Renovación cíclica del ciclo de la vida. En Chile tenemos que reinventarlo, sin violencia. Es cosa de saber descubrir sus caudales, sus raudales, sus manantiales, su poética popular, todos juntos. Tiempo de carnaval, tiempo de la vida. “América allí presente / con sus hermanos del África, / empieza la fiesta mágica / de corazones ardientes, / se abrazan los continentes / por ese momento cumbre / que surge una perdidumbre / de lágrimas de alegría, / se baila y cant’ a porfía, / se acaban las pesadumbres.” (Violeta Parra,Décimas. Autobiografía en verso). “Como el niño que en el sueño / a su madre encontraría, / vamos a la leche roja / del tambor de la alegría.” (Gabriela Mistral, Tamborito panameño: Tala).
Documento "El carnaval: el sentido vital del tiempo" del Dr. Maximiliano Salinas.