Ananías Sandoval, tres décadas como administrador de Cerede: “Para mí es un logro haberme mantenido tanto tiempo en este lugar”

El 15 de julio de 1991 llegó al centro recreacional junto a su esposa y su hijo mayor, Ricardo. Luego llegarían dos hijos más. Paralelamente, él y su familia han visto cómo ha ido creciendo el lugar. A pocos días de su partida tras acogerse a retiro, asegura que siempre estará dispuesto a explicarle cosas del funcionamiento del Centro a la persona que tome su lugar.
Con respecto a las claves para mantenerse tanto tiempo en este rol, el naturalizado quisqueño remarca que la voluntad y la disponibilidad son algunas de las claves. “Además de paciencia con los más jóvenes. Saberlos entender, porque también vienen a divertirse, pero sin que afecten a las personas que quieren tranquilidad”, indica.

Es un lunes de invierno en El Quisco. A diferencia de un día de verano, donde las aglomeraciones y el ruido son lo habitual, el balneario se ve tranquilo. Pasividad que también se percibe en el #1589 de la avenida Isidoro Dubournais, dirección donde se encuentra el Centro de Recreación y Descanso Usach (Cerede).

Si usted ha pasado vacaciones, fines de semana o un par de días en este lugar, seguramente fue recibido y conversó con Ananías del Tránsito Sandoval Pizarro, quien por más de treinta años ha sido el encargado de administrar, atender requerimientos y solucionar los problemas que se presentan en alguna de las dieciséis cabañas que cuenta el lugar y sus huéspedes. Tareas que en poco tiempo se interrumpirán, puesto que Ananías decidió acogerse a retiro.

Si bien sus labores en el complejo se extendieron por un poco más de tres décadas, su historia con el Plantel data de 1984. Ese año, realizó un curso de jardinería impartido por la Municipalidad de Pirque, comuna de donde es oriundo. Terminada la capacitación, el paisajista encargado de la actividad le comentó al grupo que tomaba el taller que existía la posibilidad de entrar a trabajar al Departamento de Aseo y Jardines de la Universidad de Santiago. 

Luego de unos años cumpliendo esas funciones, se le presentó la oportunidad de trasladarse al litoral central a hacerse cargo del complejo vacacional de nuestra Institución. El 15 de julio de 1991 Ananías llegó al centro recreacional junto a su esposa y su hijo mayor, Ricardo. 

“Vivimos un cambio súper drástico como familia, porque en ese tiempo teníamos a nuestro hijo chico y pasábamos solos. (…) Mi señora estaba aburrida de ver al mismo mono”, ríe y rememora su llegada. Luego llegarían Luis Felipe y Gerardo, su segundo y tercer hijo respectivamente.  

De aquella época también recuerda que solo estaban las dieciséis cabañas del recinto. Con el tiempo aparecieron las jardineras, la cancha, la piscina, entre otros avances que ha tenido el recinto. 

Con respecto a las claves para mantenerse tanto tiempo en este rol, el naturalizado quisqueño remarca que la voluntad y la disponibilidad son algunas de las claves. “Además de paciencia con los más jóvenes. Saberlos entender, porque también vienen a divertirse, pero sin que afecten a las personas que quieren tranquilidad”, indica.

En esa línea, salvo algunos episodios, señala que ha tenido muchas “buenas y bonitas experiencias”. Generalmente, agrega y destaca, “recibía invitaciones cuando hacen sus asados, me invitaban para que compartiera, pero no puedo asistir, porque yo estoy trabajando y se los explicaba. Pero siempre se los agradecí (…) Es mucho el cariño que me ha entregado la gente”. 

“Ojalá se quede hasta que tenga que jubilar”

El Quisco está soleado y Ananías sentado, en una de las terrazas de las cabañas, comenta durante el tiempo que lleva administrando el lugar nunca ha bajado a la playa porque no le gusta. Además relata cómo es un día normal de trabajo en el Cerede:  “Si bien no marcamos asistencia, igual tenemos que levantarnos alrededor de las siete de la mañana a abrir todos los días a las personas que vienen a realizar algún trabajo. En la noche nos acostamos tipo 11, pero eso es en temporada baja, cuando es alta, nos acostamos más tarde. En esta época (invierno) las cabañas pasan más cerradas, pero cuando hay sol se ventilan; hay que mantenerles el aseo, encerar, etc. (…) Todo lo que conlleva una casa, pero aquí son 16”, puntualiza.

A pocos días de dejar esta rutina, Ananías reconoce que su alejamiento del Cerede no será fácil. “No sé qué pasará cuando deje la casa donde viví todo este tiempo, porque es toda una vida”, reflexiona. Sin embargo, “la garantía que tengo es que voy a continuar trabajando que me va a mantener en algo bien ocupado”, añade sobre los días posteriores a su partida del centro vacacional y su emprendimiento de armazones de hormigón. 

Respecto a la persona que ocupe su cargo, dice que puede contar con todo su apoyo. “Voy a seguir viviendo en el Quisco, por lo tanto, se lo he dicho a las jefaturas, siempre estaré dispuesto, a explicarle cosas del funcionamiento del Centro, puesto que nadie nace sabiendo. Le deseo lo mejor y que se quede hasta que tenga que jubilar, porque para mí es un logro haberme mantenido tanto tiempo en este lugar”, remarca y concluye.  

Autor: 
Claudio Cortés Carvajal
Fotografía: 
Video: Valentina Noya