“Quería leer la biografía de Agustín Edwards e ingenuamente pensé que alguien la había hecho. Busqué en Google y no encontré nada. Entonces dije: ´Soy periodista, me gusta escribir y si quiero leer esa historia, tendré que armarla´”. Así relata Víctor Herrero el punto de partida del libro "Agustín Edwards Eastman. Una biografía desclasificada del dueño de El Mercurio", lanzado en noviembre por Editorial Debate y que, convertido en un éxito de lectoría, ha obligado en corto tiempo a una tercera edición.
El volumen solo apareció mencionado en el ranking que cada semana publica el diario más importante del país, porque no fue posible obviar el dato de que fue uno de los textos de no ficción más vendidos del verano. Fue la única concesión que hizo el periódico para dar cuenta de la biografía de su propietario. El resto ha sido silencio total. “Para ellos (los Edwards) este libro es una afrenta. Yo creo que les duele mucho, porque es una demostración en su cara del mucho poder que han perdido. No hubiese sido posible publicarlo hace diez años, menos hace veinte o treinta”, sostuvo Víctor Herrero durante la presentación del libro organizada por el decanato de la Facultad de Humanidades y realizada el pasado miércoles 1 de abril, en el Salón de Honor de la Corporación.
Éxito de ventas
El autor aseguró que no recibió presiones durante la investigación: “Tuve la gran ventaja de que la familia Edwards no me tomó en serio. No activaron sus círculos (…) Cuando se dieron cuenta de que iba a salir en una editorial grande intentaron atrasar su publicación, pero fue demasiado tarde”. Herrero, quien también es consultor comunicacional independiente y profesor del Instituto de Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile, explica el éxito de ventas de su libro en base a un sencillo argumento: “En nuestra sociedad hay hambre por conocer más sobre los poderosos de siempre, porque no sabemos cómo son, cómo operan, cuáles son sus redes (…) Los Edwards son una antigua familia oligárquica del siglo XIX, y por tanto operan en la lógica que solo aparecen públicamente en tres oportunidades: cuando nacen, se casan y mueren”.
El periodista por la Universidad Católica y Magíster en Asuntos Internacionales por la Universidad de Columbia, también se dio el tiempo de describir cómo fue el proceso investigativo que debió enfrentar y que requirió revisión bibliográfica de unos doscientos textos, análisis de documentos resguardados en el Archivo Judicial y un exhaustivo trabajo en terreno para entrevistar a las fuentes. También abordó la labor analítica y el estilo que definió para la escritura: “Este no es un libro acusatorio. Si tienen la oportunidad de leerlo, se darán cuenta de que no ocupo adjetivos. Yo retrato hechos y voy encadenándolos. A partir de ahí el lector puede interpretar lo que quiera. Yo creo que la mayoría interpreta lo mismo, pero curiosamente me ha llamado gente de derecha, neoliberal, “oye, fantástico tu libro”. Yo digo: “Bueno, no lo entendió…”
Ideología entre líneas
La edición fue comentada, a su vez, por los académicos de la Universidad de Santiago, Alberto Mayol y Claudio Avendaño. Este último, director del Magíster en Ciencias de la Comunicación de la Escuela de Periodismo, enfocó sus observaciones en aspectos como la experiencia cotidiana de leer El Mercurio -“no es predecible en todas sus partes, por eso seguimos leyéndolo. Podemos armar nuestra propia opinión”; y también en el campo de investigación que ha despertado el diario en la academia, en el afán de ahondar en su vertiente ideológica y en el poder que ha ostentado.
“Tempranamente El Mercurio fue objeto de estudio porque representa un tema político. Cuando en el año 70 se publicó sobre esta mirada en la revista Cuadernos de la Realidad Nacional de la Universidad Católica causó un gran revuelo, porque se le creía confiable, por su forma, más que por el contenido”, aseguró el panelista. En esa época se deja constancia de la manipulación ideológica a través de la célebre frase que los estudiantes de la UC despliegan en el frontis de su Casa Central: “Chilenos, el Mercurio miente”. “Esa oración tiene un poder simbólico que tiende a reproducirse, como ocurrió el año 2011 cuando un grupo de estudiantes chilenos, vuelve a instalar en el mismo lugar de antes, el lienzo que decía: ´Chileno: 44 años después, El Mercurio aún miente´”, sentenció Avendaño.
Por su parte, Alberto Mayol, Doctor en Sociología y profesor del Departamento de Gestión y Políticas Públicas, hizo alusión a la “capacidad que tiene el libro de iluminar la historia reciente de Chile” abordando aspectos claves como la forma en que “tejió Estados Unidos la relación con América Latina durante la Guerra Fría”; y el rol poco conocido que tuvo Edwards en el aseguramiento de la victoria del Presidente Eduardo Frei Montalva en 1964. El académico sostuvo que el libro refleja muy bien los problemas que siempre ha tenido el país en la relación entre intereses privados y política.
¿Un diario estructuralmente oficialista?
La biografía desclasificada de Agustín Edwards Eastman, revela la importancia que ha tenido su familia en la historia política, económica y social de Chile en los últimos 150 años. A propósito de épocas recientes, se profundiza en el texto sobre el financiamiento que recibió Edwards durante la dictadura chilena y cómo, tras la vuelta a la democracia, se acercó a personeros de la Concertación para mantener su poder político y económico.
En ese punto se detuvo el cientista político Marcelo Mella, decano de la Facultad de Humanidades, en la presentación inicial de la actividad. “Uno podría pensar que en El Mercurio, por sobre todas las cosas, predomina la matriz ideológica, pero también se podría decir que no es ideológicamente conservador, sino estructuralmente oficialista porque un importante ítem de su financiamiento tiene que ver con avisaje público. ¿El Mercurio puede ser opositor o está condenado, ya que depende económicamente del financiamiento estatal del gobierno de turno?”, planteó la autoridad, agregando que otro factor relevante a la hora de decidir leer el libro, es querer conocer el papel de los medios de comunicación en democracia, puesto que “muchas veces en vez de mostrar la realidad, terminan construyéndola”.