Ante el informe de la Organización de los Estados Americanos, OEA, conocido esta semana, donde se concluye que Latinoamérica no es la región más pobre, pero sí la más desigual, el director del Centro de Políticas para el Desarrollo de la FAE, Dr. Gonzalo Martner Fanta, asegura que en Chile no se ha avanzado lo suficiente en materias de desigualdad.
“En nuestro país se han observado algunos progresos, pero estos han sido muy lentos y lo que prevalece es una magnitud muy alta de la desigualdad comparada con el resto de los países. Dentro de América Latina, Chile es el país más rico y, sin embargo, es uno de los que tiene mayor desigualdad”, subraya el académico.
Expresa que la desigualdad más importante y más visible es la distribución de los ingresos, “pero también hay una evidente desigualdad en el acceso a la educación, por ejemplo. La temática cultural, que sin duda es mucho más vasta, es muy bien expresada por el indicador educacional”.
El experto aclara que en ese ámbito se ha mejorado, “pero se sigue teniendo una alta prevalencia de los sectores más bien vinculados al 40 por ciento de más altos ingresos, que constituyen la mayor parte de los estudiantes universitarios en Chile, mientras que el 60 por ciento restante está ya sea en institutos de formación técnica o sin formación superior”.
Acota que, también, “observamos desigualdad, por ejemplo, con el acceso a otros servicios básicos como la salud, y, muy importante a mi juicio, la profunda segregación social, cultural y de clases de las ciudades”.
Mecanismos para redistribuir la riqueza
Respecto a cómo revertir la alta desigualdad de nuestro país, el Dr. Martner puntualiza que existen mecanismos múltiples y que pueden ser efectivos en el corto plazo.
“Uno es el sistema de impuestos y transferencias públicas; es decir, cambiar el sistema tributario. Esta reforma tributaria que se hizo y se aprobó en el Parlamento en septiembre de 2014, algo va a ayudar, porque va a lograr que en cierta medida los impuestos no sigan siendo tan desiguales. Ello, porque con el peso del IVA, proporcionalmente pagan más impuestos las personas de menos ingresos, las más pobres. Por ejemplo, cada vez que compran un kilo de pan”, enfatiza.
Añade que “luego está el tema del gasto público que ayuda en tanto y cuanto sea ampliamente redistributivo. En Chile el gasto público es más bien pequeño, y no siempre redistribuye. Por ejemplo, se expresa en las pensiones, aunque desde la existencia de la pensión básica solidaria se corrigió en alguna medida”.
Otro mecanismo significativo es la reforma laboral que se encuentra en su último trámite constitucional en el Congreso.
“Hoy nos enteramos que el Tribunal Constitucional considera que los convenios de la Organización Internacional del Trabajo, OIT, firmados por Chile no obligan al gobierno y al Estado chileno. Y eso afecta por ejemplo a la titularidad sindical y la negociación colectiva”, señala, refiriéndose a las recomendaciones de la OIT respecto a que las empresas negocien preferentemente con los sindicatos y no con grupos de trabajadores en el proceso de negociación colectiva.
El acadómico sostiene que “mientras en Chile no exista una transformación importante de los impuestos y mayor gasto público redistributivo, así como relaciones laborales más equilibradas, es muy difícil pensar que podamos disminuir la brecha de desigualdad”.
Por tanto, agrega, “cambiar el sistema tributario, la lógica del gasto público y agregar a eso una reforma laboral con negociación colectiva generalizada, a manos de los sindicatos y por ramas, me parece que ya es bastante partir por ahí. Y no tiene que ser a muy a futuro, porque puede ser a corto plazo, perfectamente”.