29° Juegos Mundiales Universitarios de Taipéi

Voleibolista del Plantel es seleccionado para Mundial

Felipe Ignacio Castillo Toro, quien cursa el último año de la Carrera de Medicina en nuestra Universidad, fue seleccionado para el Mundial Universitario de la especialidad que tendrá lugar en Taipei, China, donde compiten los mejores deportistas del orbe entre el 19 y 30 de agosto de este año. “Es un honor volver a representar a la U. de Santiago y a Chile”, precisa orgulloso el joven de 25 años, quien realiza su internado en el Hospital San José.
“Si me propongo una meta, lucho día y noche para poder cumplirla. Ese es mi objetivo. Soy muy competitivo conmigo mismo para intentar superarme yo. Nunca me ha gustado mirar para el lado y decir ‘yo soy mejor que tú’”, Felipe Ignacio Castillo Toro

Hospital San José, una tarde de julio. Felipe está de turno cumpliendo con su internado en Ginecología. Son las últimas etapas que le quedan al joven deportista para convertirse en médico cirujano. Mientras se pasea por los pasillos del recinto asistencial, recibe un correo donde le anuncian que tras una serie de pruebas, fue  seleccionado para representar a Chile en los 29° Juegos Mundiales Universitarios de Taipéi. Luego del asombro inicial, vino la emoción.

“Después de todo el esfuerzo que uno le pone a esto, al fin se ven por los resultados”, expresa Castillo, quien fue el único voleibolista de la Universidad de Santiago que aparece en la lista de nominados al evento internacional que tendrá en disputa un total de 22 deportes. “Volver a representar al país es un honor y ser el único representante de la U es una gran responsabilidad”, sostiene.

Para Felipe es doble la emoción, pues evalúa la posibilidad de retirarse del nivel alto de competencia y este mundial vendría a despedir una carrera de triunfos y reconocimientos. “Como profesional, tengo planes de hacer currículum fuera del país. Físicamente el volei es muy exigente. Han sido 7 años así y creo que necesito tiempo para estar más tranquilo en la vida”, reflexiona.

Pese a ello, la emoción es evidente sólo al mencionar su eventual retiro. “Amo el volei. De hecho intenté en algún momento dejarlo, pero me duró menos de 3 meses y ya estaba de nuevo metido en el gimnasio entrenando”, insiste el joven de 25 años, pero afirma que esta vez es diferente, puesto que se trata de un tema de prioridades.

 

Vida y pasión

 

El acercamiento de Felipe al deporte viene de su papá, un jugador de fútbol profesional en su época. De hecho, en sus comienzos el joven se inclinó por esta disciplina, pero luego, a los 9 años, probó jugando voleibol y desde entonces este se convirtió en su vida y pasión. Con el tiempo sus padres lo llevaron a la preselección nacional y a la selección nacional, destacándose en la posición de armador.

Pero no todo ha sido alegría para Felipe. Cuando tenía 14 años, sus padres se separaron. El joven y su hermano de 9 se quedaron al cuidado de la madre, pero él rápidamente asumió el rol de “hombre de la casa”. “Ahí dije chuta, tengo que ponerme los pantalones para apoyar a mi mamá”, afirma Castillo oriundo de la comuna de La Florida.

“Fue un tema súper delicado porque tu papá es un referente y se iba esta imagen. Se transformó en una etapa dura”, reconoce. Para Felipe, con esto debió madurar de manera temprana, pero señala que ahora la relación entre sus padres es buena, lo cual es positivo para todos.

Por esto mismo, el deportista asegura que el voleibol es su vida, pues estuvo con él en los momentos en que necesitaba tener algo con lo cual “poder vomitar prácticamente todo lo que me pasaba en la casa. Si estaba enojado, iba al volei y me desquitaba, si estaba triste, en el volei me distraía y si estaba feliz, disfrutaba entrenando”.

“El volei me dio un hogar y puedo decir que es mi vida. Aparte es mi pasión, es lo que siempre me gustó hacer y por mí lo haría toda la vida si es que se pudiera vivir de esto”, manifiesta y recuerda que estuvo a muy poco de no poder volver a jugar por una lesión de rodilla, específicamente una rotura de meniscos externos. Fue operado y tuvo 8 meses de recuperación.

“Me dijeron que nunca más iba a poder jugar en la vida, pero yo me negué y me propuse volver a jugar sí o sí. Así me puse las pilas y entre físico y entrenamiento, logré reincorporarme”, sostiene.

 

El armador

 

Y todo esto se relaciona con la posición que escogió para jugar: el armador. Este debe distribuir las pelotas para hacer el punto y anotar. Además tiene que elegir a los jugadores que van a definir un set, a los más importantes de ese partido y también saber cuáles son las falencias del equipo rival para ganar. “Es harta responsabilidad, tanto física, técnica y emocionalmente, porque no hay tiempo para poder errar”, manifiesta.

“Desde niño, y quizás porque se me impuso, me gusta tomar la responsabilidad y tener que decidir cosas”, argumenta el joven, quien recuerda que un profesor en la selección le decía que la vida diaria es muy parecida a cómo un jugador enfrentaba un partido.

“Si te gusta tener más responsabilidad dentro de un juego, perfectamente afuera, frente a cualquier eventualidad, vas a saber cómo tomar una decisión y eso igual me refleja mucho, y a mi estilo de persona también”, agrega.

Felipe expone que le gusta tomar las decisiones importantes. “Desde chico también siempre me gustó eso, ser un loco concentrado, que guarda el equilibro de la gente en el juego y aparte solucionar problemas. Frente a la adversidad, tener una solución y que sea rápida”, insiste.

“Siempre me gustó jugar de armador, me gusta pensar mucho y se correlaciona con estudiar medicina también. Se van sumando las experiencias de vida y se relacionan con el deporte”, concluye.

 

Alto rendimiento

 

Cuesta creer que este joven que llega a la entrevista con el uniforme de interno en Medicina, y que ya va en su último año de carrera, entrena tres horas de lunes a viernes y se mantiene invicto en sus asignaturas. Reconoce que ha sido complicado y muy sacrificado, sobre todo al comienzo, pues ingresó por cupo deportivo a la Universidad, motivo por el que debía responder a las exigencias académicas y del entrenamiento.

“Si me propongo una meta, lucho día y noche para poder cumplirla. Ese es mi objetivo. Soy muy competitivo conmigo mismo para intentar superarme yo. Nunca me ha gustado mirar para el lado y decir ‘yo soy mejor que tú’”, advierte el deportista de élite.

En ese sentido, cuenta que los fines de semana aprovecha de salir con su polola, sus amigos o de descansar en casa. Va al cine y a los parques, ya que le agrada el aire libre y la naturaleza, sobre todo fuera de Santiago. “De domingo a lunes me ordeno de nuevo. Si no soy organizado se me va todo, dejo de hacer cosas y eso igual me resta para el internado”, reconoce. Y este sacrificio ha dado sus frutos, ya que ha logrado responder con creces en todo ámbito.

Hasta el primer año de Universidad, perteneció a la selección federada nacional, donde permaneció por al menos seis años. Dentro de este conjunto jugó sudamericanos juveniles, menores y representó en varias competencias a Chile. Sin embargo, temas personales lo llevaron a alejarse del elenco y pese a que intentó volver, se lesionó, por lo que sólo se dedicó a jugar por la U. de Santiago.

Actualmente realiza el internado en Ginecología en el Hospital San José y al inicio, tuvo miedo por los permisos para entrenar, ya que en el recinto médico debe responder a horarios. No obstante, asegura que desde la Escuela de Medicina le dieron las facilidades. “Envié todos los horarios y me dijeron que si era por Chile y tenía un justificativo de por medio, podía entrenar. Ellos mismos hablaron con mi jefe de turno y me dieron todas las opciones para cumplir bien”, agrega.

 

Voleibol en la U. de Santiago

 

“La selección universitaria de volei de la Usach tiene una identidad propia”, dice Felipe para explicar qué distingue a este conjunto de otros planteles. “Se caracteriza por tener un tipo de personalidad en el juego y por ser muy de equipo”, insiste.

Según el joven deportista, no todos los jugadores destacan en sus posiciones, sino que existe una “sinergia como equipo que le da una potencia y se puede batir frente a cualquier otra universidad, independiente que sean superiores en cuanto a individualidades”.

“Nosotros somos siempre un conjunto y eso le da fuerza al equipo. Las otras selecciones tienen muchos seleccionados nacionales y federados, quienes van destacando por sobre los otros jugadores”, indica Felipe, quien explica que si bien esta institución no tiene ese patrón, el equipo se complementa tanto que a la larga le pueden hacer frente a cualquier rival.

Sobre los resultados obtenidos por el plantel usachino, Castillo agrega que cumplieron un buen primer semestre “aunque se fueron unos cuatro jugadores por egreso”. Por esa razón, quedaron pocos integrantes de los últimos años y eso les pasó la cuenta porque ahora es un equipo joven.

“A nivel universitario hay muchas universidades fuertes, con seleccionados nacionales”, reitera el armador, quien relata que este año el equipo se cayó “por inmadurez deportiva”. Sin embargo, están esperanzados con el segundo semestre  y afrontar las competencias que se vienen de la mejor manera.

 

Su hermano, una nueva promesa

 

Sebastián Castillo, de 20 años, es hermano de Felipe y como él, cursa tercero de Medicina y está en la selección federada nacional de voleibol. A la U. también ingresó por cupo deportivo y obtuvo una beca que le cubre el 100% de los estudios.

“Mi hermano es seco. Jugará pronto un sudamericano en Santiago por la categoría adulta y ahora está en una gira por Argentina”, cuenta Felipe con orgullo.

Hay un tercer hermano que tiene 9 años. Se llama Esteban y al igual que Felipe y Sebastián, juega voleibol por el equipo de su colegio. “Le gusta mucho hacer deporte. Juega entre volei y fútbol, pero ahora ya está metido en la selección del colegio de volei”, sostiene.

“Los tres nos metimos a esto. Yo convencí a Sebastián y entre los dos al ‘cabro chico’ que se motivó a jugar y seguirnos”, relata el armador. 

Entre sus metas más próximas, Felipe espera terminar su carrera y ejercer para juntar dinero e irse a Haití el próximo año. “Siempre me ha llamado mucho la atención la cosa social y por eso entré a estudiar Medicina, para ayudar a la gente”, explica.

Según cuenta, se le está dando la oportunidad para entrar a una ONG como América Solidaria. “Quiero estar por al menos un año en Haití y después volver y ver qué especialidad puedo tomar, ya que aún no la decido”, reconoce, y afirma que para eso quiere juntar experiencia en los lugares más pobres, donde la gente necesita ayuda y ahí ver qué especialista se quiere.

“Lo mío no es la vida cómoda y de los ingresos más fáciles. Siempre he dejado eso muy en último plano”, asevera. Por este motivo su meta es llegar a África.

“Las cosas se pueden hacer y eso les digo a mis compañeros, que independiente que uno tenga muchas cosas que hacer, si se organiza bien, puede destinarle el tiempo necesario a lo que sea”, finaliza.

Autor: 
Carolina Reyes Salazar