Dra. Daniela Soto y la perspectiva de género en la academia: “El trabajo colaborativo tiene que ser una convicción”
La escuela es un lugar donde la sociedad se replica, incluyendo sus normas implícitas de inclusión y exclusión. Un espacio donde la relación estudiante-docente puede marcar el futuro profesional de un o una estudiante. Es esta complejidad del aula la que atrajo a la Dra. Daniela Soto, actual Coordinadora del Eje de Liderazgo y Participación Femenina de la Facultad de Ciencia Usach, al mundo de la investigación.
“Fue mi profesora jefe y de matemática, quien pudo ser mi modelo a seguir, quien se focalizaba en el ámbito social en mi Liceo. Con las y los profesores uno va generando una relación importante y yo tenía habilidades en matemáticas. Ella respondió con su apoyo y confianza en mis capacidades”, recuerda la académica Daniela Soto Soto, doctora en Ciencias con especialidad en Matemática Educativa.
Sus habilidades no solo fueron reconocidas por sus docentes, sino también por sus compañeras, a quienes apoyaba. Al recordar esos momentos siente que ahí se gestó su vocación por la pedagogía. Un relato que coincide con quienes decidieron estudiar Pedagogía en Matemática y Ciencia de la Computación en la Universidad de Santiago de Chile, de la cual actualmente es jefa de carrera.
“Yo imparto una de las asignaturas de primer año y en ese ramo les pregunto: ¿por qué escogen esta carrera? Más del 50% de las y los estudiantes dicen que en la escuela eran ayudantes, es decir, las y los otros profes de sus compañeras y compañeros”, señala. Seguro que esa experiencia despertó el amor de sus estudiantes por enseñar.
“Ante la pregunta anterior, surge el tema de lo complejo que es optar por ser docente, y de cómo tener potencial matemático hace que algunas familias presionen a sus hijas e hijos para seguir carreras de mayor prestigio social. De hecho, es el caso de un grupo de estudiantes de otras carreras, que luego se cambian a pedagogía porque la vocación es más fuerte”, indica.
Su principal línea de investigación aborda los procesos de exclusión y de inclusión, dentro de la educación matemática y la formación de profesores del área. Para esto aborda la modelación matemática, práctica social que ha permitido la construcción de conocimiento matemático y que vincula la disciplina con el cotidiano de las personas. “Con modelación podemos atender a comunidades diversas, siempre y cuando estemos conscientes y consideremos su identidad y la pluralidad epistemológica. Por ejemplo, podemos abordar qué elementos toman en cuenta las personas con discapacidades auditivas o visuales para trasladarse o qué toman en cuenta las comunidades mapuches para observar el cielo. Es el cómo construyen y usan el conocimiento matemático”, relata.
En este marco, la Dra. Soto ha escrito los libros “Cosmovisión mapuche y el mundo de las gráficas” y “El discurso matemático escolar: la adherencia, la exclusión, y la opacidad”, y ha editado dos libros con equipos de docentes: “Situaciones de modelación educativa” y “Educación matemática interdisciplinar en el aula”. Actualmente trabaja en temáticas de género en el aula, apuntando a contribuir a los estudios de aula inclusiva.
“La matemática que estamos enseñando en el aula tiene una argumentación hegemónica, faltan marcos de referencia. No podemos desconocer la historia, nuestra cultura y cómo influyen en esa construcción de conocimiento. Si estamos en una cultura androcentrista con todas sus formas de dominación y exclusión, por supuesto que vamos a tener como resultado un conocimiento que se expresa de igual forma”, manifiesta.
Es en el cómo se socializan los saberes donde la doctora plantea que hay que hacer una revisión. “La falta de referentes mujeres en matemática, de las cuales se hablen en la escuela, es un aspecto a considerar, pues podría enviar un mensaje al estudiantado que implique que no han existido (mujeres referentes) en el desarrollo de la matemática a lo largo de la historia, lo que no es cierto”, sostiene.
“La enseñanza y socialización del conocimiento científico, en particular de la matemática, ha carecido de perspectiva de género. Por tanto, es algo que tenemos que cuestionarnos, ¿cómo transformamos la Educación Matemática para que realmente podamos incluir y cautivar a las niñas y jóvenes para estudiar matemáticas y/o que sigan carreras científicas? Bueno, la modelación es mi apuesta para atender la inclusión en el aula, que permite considerar las pluralidades en la construcción de conocimiento matemático”, reflexiona.
Ante la auto-exclusión de mujeres de esta disciplina, debido a las presiones de una cultura exitista en la cual deben rendir más que los hombres, la académica destaca que en su experiencia lo importante es no compararse, más bien propiciar la colaboración y no la competencia. “La comparación con los pares hace mucho daño a nivel emocional, a nivel laboral. Uno tiene que centrarse en contribuir, hacia allá deberíamos remar, y para eso el trabajo colaborativo tiene que ser una convicción. Eso te permite generar equipos sólidos y aportar a la sociedad”, finaliza.