El emprendimiento y la permanente búsqueda de nuevos proyectos son parte de su vida cotidiana. A sus 24 años, Carlos Miranda Rodríguez, si bien aún no egresa de la carrera de Ingeniería Comercial, ya cuenta con una nutrida experiencia.
Nació en Maipú, pero hoy vive en Cerrillos. Es el menor de cuatro hijos. Dos de sus hermanas trabajan en el sector privado, mientras que la otra lo hace en el público. Su mamá es dueña de casa y su papá se desempeña en la misma empresa de una de sus hermanas. Su polola Nataly López trabaja en el sector público también y tengo junto a ella una hija de un año que se llama Maite.
“En el colegio me gustaban la ciencia, el arte, las humanidades, la música y las matemáticas. De hecho, mi personaje favorito en la Historia es Leonardo Da Vinci”, cuenta Carlos. Por ello no fue extraño que, si bien iba a postular a Derecho en la Universidad de Chile, para lo cual le alcanzaba el puntaje, en 2011 decidió hacerlo a Ingeniería Comercial en la Universidad de Santiago de Chile.
“Luego de hablar con el decano de Ciencia, Dr. Rafael Labarca, cambié mi decisión. En ese entonces, él era el director del campeonato escolar de matemáticas, con quien me reencontré en la Feria del Estudiante de la Universidad de Santiago y ahí me convenció”, recuerda. “Me dijo que esta Universidad tiene un trabajo mucho más cercano a la sociedad, con un sello basado en el impacto social”, agrega Carlos.
De la desmotivación a la presidencia de AIESEC
Desde el principio tuvo en la mira un concepto: liderazgo. Comenzaron a aparecer instancias con interesantes posibilidades, hasta que dio con AIESEC, la organización de jóvenes estudiantes y egresados más grande del mundo, enfocada en desarrollar programas de liderazgo mediante desarrollo de proyectos e intercambio estudiantil.
Sin embargo, su entusiasmo inicial decayó, aunque rápidamente volvería a la carga. Carlos se hizo cargo de un pequeño grupo de estudiantes que se dedicaría a desarrollar proyectos sociales y educacionales. “Era algo que no se había trabajado mucho. A partir de eso propuse instalar un área de desarrollo social, lo que realmente no se justificaba”, reconoce.
Finalmente asumiría como vicepresidente de la nueva área. En 2012, en tanto, lo haría como vicepresidente de AIESEC a nivel del Plantel, mientras que un año después se convertiría en su nuevo presidente. “Desde estar muy desmotivado pasé a hacerme cargo de la organización, donde propuse una cultura totalmente distinta. Un trabajo mucho más articulado, con más estrategias internacionales y trabajos por proyectos, más que por áreas”, recuerda.
Viajes, más proyectos y su hija Maite
Mientras cursaba el tercer año de la carrera, Carlos viajaba a distintos países por congresos internacionales, como a Egipto y Argentina, además de encuentros a nivel nacional. Incluso le ofrecieron postular a la vicepresidencia de la organización a nivel de Chile, pero decidió priorizar sus estudios, que en ese entonces incluían un curso de teatro.
Pero sus inquietudes lo llevarían a postular a una beca de intercambio en Medellín, Colombia, para estudiar un semestre de negocios internacionales. “Paralelamente estaba postulando a un intercambio para Brasil por un programa de Naciones Unidas con AIESEC, pero opté por el primero”, rememora.
Su regreso al país será sinónimo de nuevas ideas. “Creamos el Colegio de Científicos de Chile, un proyecto que surge a partir de las juventudes científicas que funcionaban en el Museo de Historia Natural, donde participé de chico. Reunimos a mucha gente, dejamos el proyecto encaminado y me retiré al año siguiente”. Sus intereses lo llevarían a buscar nuevas alternativas.
“El año pasado, junto a un amigo de AIESEC que es de Rapa Nui, postulamos a un fondo para hacer talleres de profesiones, oficios y guías vocacionales en la isla. El proyecto se llamó Maramarama, que significa sabiduría”, comenta emocionado, aunque evolucionaría rápidamente, con participación de estudiantes de distintas Facultades de la Universidad. De hecho, hoy tiene el nombre de “Empodera Chile” y consta de tres proyectos simultáneos: Putre, Cabo de Hornos y Rapa Nui.
Y si de emprendimientos se trata, su objetivo era viajar a Isla Mauricio, en el suroeste de África, donde pensaba postularse como presidente de AIESEC. Sin embargo, cambió sus planes. También respecto de su carrera, de la que le restan solo cuatro asignaturas para egresar, las que cursa en jornada vespertina. “La Universidad me dio la mirada social para generar mis proyectos. Comprendí que tengo un rol social y que debo hacerme cargo de eso”, aclara. Por ello, advierte que más que el empoderamiento académico, lo de él es un empoderamiento social.
El nuevo desafío de Techo
Carlos se define como un seguidor de la cultura del País Vasco, heredada de sus bisabuelos. También toca guitarra y escribe poesía. Además, junto a un amigo están postulando a fondos para producir una película, lo que se suma a un proyecto sobre minería en base a reciclaje por medio de electrólisis, que está preparando con otro amigo. “En lo que más invierto es en libros. El activo más grande que tengo en dinero, es mi librero, principalmente con textos de filosofía y esotéricos, como búsqueda del ser humano”, explica.
Hasta agosto se desempeñaba como gestor de ventas y merchandising en una empresa de importación, exportación y manufactura de productos. Paralelamente, mientras realiza un MBA a distancia, ya proyecta estudiar un doctorado en Administración o Ciencias Sociales.
Además, hace poco asumió un nuevo desafío, al convertirse en el director de Desarrollo de Fondos e Innovación de la Fundación Techo. Su tarea esencial es captar fondos a nivel nacional e internacional, tanto gubernamentales como no gubernamentales. “Y también determinar, en función de esos fondos, la forma en que Techo debe desarrollar innovación para sus labores y proyectos”, relata con entusiasmo.