Dentro de un par de semanas, Álvaro Monserrat Aguirre, estudiante de Ingeniería Civil en Electricidad de la Universidad de Santiago de Chile, se presentará a su examen de grado. Hoy, con 24 años y cercano a titularse, se siente muy seguro y decidido a concretar una de las tantas ideas que se ha propuesto desarrollar.
De hecho, en su proyecto de tesis busca diseñar el prototipo de un dispositivo para personas con discapacidad motora moderada. “Siempre me ha gustado mezclar disciplinas, como ingeniería y salud”, advierte a propósito del “Varua Touch”, un objeto táctil e inalámbrico que permite desplazar el cursor de un computador, tablet o smartphone mediante movimientos de manos, pies o la parte del cuerpo que cada persona estime conveniente.
Sin embargo, durante su época escolar, la claridad de Álvaro no era la misma. Tal como reconoce, recién en tercero medio comenzó a tener buenos resultados académicos. “No tenía ninguna motivación sobre lo que quería hacer en la vida, hasta que decidí comenzar a estudiar en serio. Obtuve el primer lugar del curso e incluso obtuve una beca para cuarto medio”, relata con satisfacción.
Crear valor e innovar
Junto a su familia vive en la comuna de Maipú. Ahí fue al colegio y ahí, en su barrio de siempre, se reúne cada viernes con su inseparable grupo de amigos: un kinesiólogo, un tecnólogo en automatización, un ingeniero en alimentos y un enfermero. “Conversamos sobre la necesidad de crear valor e innovar. Nos juntamos a generar ideas”, detalla Álvaro.
Sus dos hermanas menores también estudian. Una, Pedagogía en Educación Parvularia en La Serena. La otra, Ingeniería Civil en Química en la Universidad de Santiago de Chile. Y mientras su mamá se desempeña en el área de cobranza de una empresa privada, su papá, la gran influencia de lo que vive hoy, trabaja como técnico electrónico.
En ese entonces, la opción por estudiar informática ya aparecía incipientemente. “Desde niño le arreglaba los computadores a mis amigos”, rememora. Pero también la Ingeniería Eléctrica le generaba interés. “Siempre veía a mi papá arreglando equipos, en nuestra casa y cuando lo acompañaba a arreglar máquinas más grandes. Y mis dos abuelos trabajaron arreglando radios en la empresa Philips”, añade.
Álvaro necesitaba seguir estudiando. “Conocí la Universidad de Santiago y me gustó mucho. Sólo sabía que me acomodaba la Ingeniería, porque me iba bien en matemáticas y en ciencias”, reconoce. Con entusiasmo ingresa en 2011 a la carrera de Ingeniería Civil en Electricidad, pero rápidamente surgen los obstáculos. “En mi primera prueba, en Física, tuve un 2,6, pero sabía que era así y que debía seguir”, plantea.
Detectar necesidades y proponer soluciones
En sus primeros semestres participa en talleres de tenis y tenis de mesa, pero la carrera comienza a demandarle cada vez más tiempo. Dos años después sus inquietudes lo llevan a sumarse a “Open Cree”, un grupo de estudiantes de Ingeniería que se propone desarrollar proyectos.
Y hacia 2015, se le abriría una nueva oportunidad, con la primera versión del Concurso Despega Usach. Álvaro ya tenía una idea que podría postular: el proyecto “Nurse Eye”, una iniciativa que surge a partir de la necesidad detectada, junto a su amigo kinesiólogo, en un hospital. “Nos propusimos capturar mediante cámaras digitales las lesiones de las personas, con el objetivo de hacer un seguimiento a su evolución considerando distintas variables”, explica.
Incluso fueron citados por la directora del Instituto Nacional de Heridas, quien les propuso trabajar en la idea, ofreciéndoles apoyo con pacientes y equipos. “Fue una validación comercial”, aclara Álvaro, cuyo proyecto finalmente sería uno de los cinco ganadores de Despega Usach, lo que le permitió acceder a una pasantía de dos semanas en Estados Unidos, en el Stanford Research Institute de San Francisco.
“La innovación tecnológica consiste en crear un valor nuevo, utilizando los recursos que existen, con el objetivo de entregar un beneficio a alguien”, explica el estudiante, agregando que “es un proceso creativo que va más allá de los conocimientos técnicos, con una mezcla de inspiración y de estar siempre atento a los problemas, buscar soluciones y ser inquieto”.
Emprendimiento social sustentable
Álvaro pololea hace poco con una estudiante de Fonoaudiología de la Universidad de Chile. “La conocí a través de la rama estudiantil IEEE (Instituto de Ingenieros de Electrónica y Electricidad) de la Universidad de Santiago, por un proyecto conjunto entre ambas carreras. La idea es mezclar la tecnología y ayudar a gente con discapacidad”, aclara.
Con ese grupo comenzaron a visitar a personas con Esclerosis Lateral Amiotrófica, enfermedad que implica la pérdida de la movilidad. “Hacíamos una evaluación médica y otra técnica, además de asesorarlos con la instalación de una aplicación para celulares que les permitía escribir, apretar un botón y comunicar sus necesidades”, recuerda con especial interés. De esas experiencias surgiría su proyecto de tesis.
“El ‘Varua Touch’ debe ir acompañado de una evaluación médica a través de, por ejemplo, un kinesiólogo o un fonoaudiólogo, quienes puedan detectar las necesidades de comunicación de las personas”, explica Álvaro, destacando la posibilidad de configurar el nivel de sensibilidad del dispositivo. “En algunos casos bastaría con acercarse al sensor para mover el cursor, hacer clic o seleccionar una letra”, agrega.
Junto con valorar todo lo vivido en la Universidad y destacar su histórico rol social, asegura que “mi idea es desarrollar un producto de carácter universal para personas con discapacidad, como un emprendimiento social sustentable, pues a nivel nacional no se mezcla la discapacidad con la tecnología. Hay muchos desafíos, pero se necesitan recursos”.
Además de proyectar su interés por estudiar algún magíster en electrónica e impartir clases en la universidad, sus objetivos son claros. “No sólo se trata de generar recursos. También de ayudar a un segmento determinado de la sociedad. Por ejemplo, mejorar la calidad de vida de las personas”, concluye Álvaro.