Europa se encuentra en una encrucijada ética y moral frente a crisis migratoria

  • Para el analista internacional y docente de la Facultad de Humanidades de nuestra Casa de Estudios, Rodrigo Álvarez Valdés, el fenómeno representa una encrucijada ética y moral, porque si por un lado se han firmado acuerdos, donde algunos países se comprometen a eliminar controles en sus fronteras o la instauración de políticas de acogida, por el otro, la crisis económica que atraviesa la región, hace difícil que pueda absorber la gran masa de migrantes.

 




En lo que va de 2015, más de 300 mil personas han cruzado el mar Mediterráneo con el fin de llegar a Europa. Según la Agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR) la mayoría, provienen principalmente de Siria, Eritrea y Afganistán, aunque también hay algunos de Somalia, Irak y Sudán.

Mujeres, hombres, jóvenes y menores viajan en precarias embarcaciones, producto de que huyen de una guerra o sufren algún tipo de persecución en su país de origen. 

Para el docente de la Facultad de Humanidades, Rodrigo Álvarez Valdés, la problemática de la migración en Europa se presenta por el “desbalance estructural” o  distancia que existe entre los países desarrollados y los que están en vías de conseguirlo, así como la relación con los del tercer mundo, respecto al nivel de vida que ofrecen a sus ciudadanos y que el experto llama “desbalance estructural”.

“Lo que se define como desbalance estructural, es esa diferenciación entre países que han alcanzado niveles de desarrollo que permiten un mínimo estándar de vida que asegura acceso a asuntos materiales como vivienda, o transporte, y no materiales básicas, como la educación, la salud, etcétera”, explica Rodrigo Álvarez.

Agrega el analista que esas naciones tienen una infraestructura o un sistema político que permite al Estado ofrecer garantías de seguridad, en un sentido amplio  y restringido, que va desde la posibilidad cierta de defenderse de otros país hasta la más cotidiana, como la policial.

Así, cree que la migración se produce por “eso innato del ser humano, que intenta buscar lugares donde pueda acceder a estas variables”.

Una crisis de refugiados

Para Rodrigo Álvarez la crisis migratoria en Europa es principalmente de refugiados, más que de migrantes, lo que ofrece un prisma humanitario interesante.

“El refugiado sale obligadamente de su país, el migrante muchas veces decide hacerlo, no porque sea perseguido políticamente o tenga un problema de seguridad o sea discriminado por su raza o religión, sino porque se da cuenta que hay variables que puede resolver de mejor manera en otros países distintos al de su origen”, explica el analista internacional.

En ese sentido, una serie de medida ha adoptado el viejo continente, en pro de rechazar cualquier tipo de acoso político o cultural. Por ejemplo, el Sistema Europeo Común de Asilo (SECA), otorga socorro a todas las personas que emigran a causa de persecución o que ven en peligro su integridad física.

Asimismo, el Acuerdo de Schengen de 1985, al que adhieren actualmente 26 países de Europa, estipula el libre tránsito en la zona para los ciudadanos de las naciones firmantes y promueve la eliminación de los controles fronterizos.

Sin embargo, contraviniendo ese espíritu, Hungría cerró la estación de trenes de su capital, Budapest, luego de convertirse en punto estratégico de los migrantes que desean arribar a Austria y Alemania.

 “Europa se encuentra en una encrucijada entre la visión ética y moral, en términos de este desbalance estructural, versus la obligación que de alguna u otra manera estableció a partir de estos acuerdos que establecen elementos sustantivos que los obligan, teóricamente, a aceptar al migrante cuando este además tiene la problemática de caer en la categoría de refugiado”, añade.

Expresa el experto que cuando se reconoce que el refugiado “de donde proviene carece de libertad, seguridad y de justicia”, pilares fundamentales consagrados en el SECA de la comunidad europea.

El dilema

Los procesos migratorios, producidos por el desbalance estructural, por lo general están regulados por las necesidades que tienen los países receptores “sobre objetivos específicos muy relacionados con su desarrollo económico”, explica Rodrigo Álvarez.

Explica que en el escenario actual de crisis económica que afecta a Europa es complicado que los sistemas productivos de los países de la zona, puedan absorber la alta demanda que implica 300 mil refugiados.

“Ahí se produce una nueva tensión, donde incluso autoridades europeas han hecho un llamado a repartirse los refugiados, para hacer de la problemática un asunto colectivo”, comenta Rodrigo Álvarez respecto a las declaraciones de Donald Tusk, presidente del consejo Europeo quien afirmó que cada país de la Unión Europea debe asumir 100 mil migrantes.

El futuro

Para el analista, el panorama en Europa es incierto, porque es difícil evitar que países que saben muy bien que ni a corto ni a largo plazo serán capaces de incorporar la masa de migrantes que está arribando al viejo continente, “no actúen en la lógica del darwinismo social, en cuanto a cerrar sus fronteras y optar por que sobreviva el más apto dentro de sus propios países”.

Para el profesor Álvarez el actual proceso se ve muy complicado, puesto que la solución no vendrá en el corto plazo “porque tiene un alto costo económico, pero además posee un componente ideológico muy fuerte en los países emisores de emigrantes”.

“Resolver la problemática que se da en el norte africano y en Medio Oriente, no es una cuestión meramente económica, sino un asunto con raíces profundas en términos ideológicos y, además, con variables religiosas, por lo tanto se da una tensión aún mayor para Europa porque en definitiva pareciera que esto es de solución de lago aliento”, concluye el especialista.