En el marco del Coloquio Internacional Violeta Parra, que organizó el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA) y la Fundación Violeta Parra (30 de agosto), la académica del Departamento de Educación Elisa Loncon expuso sobre la importancia que tuvo la cultura mapuche en la obra de la artista nacional.
La intervención de la docente se produjo en la mesa “Arauco tiene una pena”, moderada por el poeta Jaime Huenún, en la que también participó su colega Paula Miranda, de la Universidad Católica. Fue en esta misma instancia que se produjo una interpretación musical de “El gavilán” por parte de Ángel Parra y Camila Escobar.
Violeta y los mapuche
La profesora Loncon habló de la influencia que tuvo en la obra de la artista chilena, su contacto con la cultura mapuche, específicamente a partir de la grabación de cantos mapuche realizados por la cantautora en 1958 en Lautaro y Freire.
Las grabaciones de estos cantos, que están guardadas en el archivo de la Universidad de Chile, fueron rescatados por la profesora Miranda. Ambas docentes, junto a la académica Allison Ramay, también de la UC, escribieron el libro “Violeta Parra en el Wallmapu. Su encuentro con el canto mapuche” (Editorial Pehuén).
Este es un texto que no solo permite establecer el origen de ciertos rasgos estéticos esenciales en la obra de Violeta, sino que también permite avistar un diálogo intercultural excepcional, en que la riqueza y caudal de un pueblo es registrado con respeto y fascinación, señalan sus creadoras.
“Antes de Violeta, hubo un indigenismo musical de tipo conservador en el canto, el que no logró trascender; en éste se asumió al indio como parte de folclor, una pieza de museo, inerte, que podía adornar una obra desde la visión oficial dominante”, expuso Loncon.
En cambio, “Violeta fue a las comunidades, ubicó a cantores y registró el canto mapuche. Es una pieza de arte hermosa porque el canto mapuche está vinculado a la visión del mundo del pueblo mapuche y dentro de este trabajo Violeta registró diferentes tipos de cantos: canciones espirituales, de amor, para cuidar a la guagua, al trabajo, las mujeres…”, explicó Loncon.
Para la académica, el canto de Violeta manifiesta un profundo sentido de pertenencia a una raíz, a la tierra, al mar, a la huerta, a la naturaleza. “Ella es como una mujer mapuche que le canta a su vida y entorno”, sostuvo.
“En su canto recogió la experiencia cotidiana sencilla, los sentimientos apegados a la experiencia popular, registró el folclor de diferentes rincones de Chile, a partir de lo que generó un nuevo canto, un canto con raíces indígenas, de evocación al contexto natural, lleno de metáforas sobre la naturaleza, incorporando el sentido de las palabras y la expresión mapuche del sentimiento”, comentó.
Ejemplo de enriquecimiento mutuo
Con su canto y poesía, la artista además siguió el camino de precursores como Nezahualcóyotl, poeta y filósofo chichimeca precolombino (1402-1472), amante de la naturaleza, de la palabra y del pensamiento religioso de su pueblo; y los poetas Pablo Neruda y Gabriela Mistral en Chile, por su arraigo a las raíces, por el respeto a la naturaleza, a la palabra ética y sencilla, y por su compromiso con su pueblo y los más vulnerados.
“Violeta es un puente entre dos mundos, el mapuche y el chileno”, aseguró Loncon. “Ella vivió en el límite de las culturas chilena y mapuche y fue rechazada por su compromiso con los marginados. Aunque para el mundo mapuche también fue afuerina, siempre tuvo un cordón umbilical imaginario conectado a su abuela india, negada por su madre y discriminada por la sociedad”, añadió.
La académica reiteró que su labor es un ejemplo de enriquecimiento mutuo.
“La experiencia del diálogo intercultural de Violeta Parra, basado en el respeto y el valor del otro, en el aprendizaje de la cultura del otro, en la complementación de los saberes practicados con algunas familias mapuche, en comunidades del Wallmapu o en colectivos de cultura mapuche en Santiago, nos muestra que es posible superar la tradicional escisión entre la cultura originaria y la europea, para construir un modo de relación de enriquecimiento mutuo; pero, además, esta experiencia enseña el valor de las raíces y el camino para llegar por sí mismo, al corazón y al espíritu primigenio de quienes somos”, expresó.