Por un 50,2%de los votos, Colombia rechazó el acuerdo de paz alcanzado entre el Gobierno de ese país y las FARC, el cual había sido firmado la semana pasada entre el Presidente José Manuel Santos y Timochenko, líder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de ese país.
Para la analista internacional de nuestra Universidad, Lucía Dammert, esta negativa complica los tiempos del Ejecutivo para alcanzar un nuevo pacto que termine con una guerra que se ha prolongado 52 años. “Este proceso llevaba seis años desde que comenzó la conversación y cuatro, desde que se incorporaron los equipos negociadores. En ese sentido, negociar un nuevo acuerdo no es algo que sucederá en el corto plazo”.
La especialista, que estuvo en Colombia la semana pasada en el marco de un seminario, explica que “habrá que ver cómo se consolida un nuevo proceso, que no parte de cero, pero retrocede varios pasos”. Esto, ya que como reconoció el Mandatario colombiano, no se contemplaba un camino alternativo en caso que la población rechazara el acuerdo, lo que finalmente terminó ocurriendo.
“Los acuerdos de paz podrían no haber sido plebiscitados, pero ya que se busca una legitimidad ciudadana, muy probablemente el camino va a significar un tráfago más largo, que puede desincentivar a aquellos menos optimistas del lado del Gobierno y de las FARC a actuar”, enfatiza.
Además, indica que este camino se verá influenciado por otras discusiones políticas. “Lo que pasará en Colombia es que se ingresa en un periodo de gran incertidumbre, a lo que se suma un proceso de restricción económica en el marco de la necesaria propuesta de implementación de una reforma tributaria por parte del presidente Santos en los últimos años de su Gobierno. Es una situación de mucha incertidumbre e inestabilidad”.
“Evidentemente, este es un revés político muy fuerte para un Presidente que hace una semana aparecía victorioso en el escenario internacional y después no logra movilizar ni a la mitad de su electorado. Es una situación muy dura, pero la política es sin llorar”, recalca.
La especialista afirma que la principal responsabilidad de quienes apoyaron el Sí y fracasaron está en “la comunicación, respecto a cómo el acuerdo beneficiaba a todos. Hubo una baja cuantificación de lo que el No podía significar”, como por ejemplo, disminuir la pobreza de sectores rurales o catastrar a los propietarios en estos terrenos.
“Después de la firma de la semana pasada, no logró ser permeado el sentido de urgencia a la gran parte de la población”, señala. “La campaña del ex Presidente Uribe y de todos aquellos que estaban en contra fue bastante efectiva en términos de plantear incertidumbres y, sobre todo, la percepción de que el acuerdo de paz era de impunidad”, agrega.
La académica descarta que un endurecimiento en los términos de la renegociación del acuerdo provoque una mejor solución. “Evidentemente, para muchos la justicia transicional no es la que esperaban, pero lo más llamativo es que las víctimas que han estado representadas en el proceso han llegado al convencimiento de que este sí es el único camino. Difícilmente se puede llegar a un acuerdo donde los niveles de castigo sean mayores. Prácticamente, en ningún proceso de posconflicto ni de solución de guerra interna se ha llegado a acuerdo donde una de las partes se lleva todo el castigo”, explica.
Finalmente, Dammert sostiene que las autoridades diplomáticas de los países acompañantes en el proceso, entre los cuales está Chile, deben, justamente, “acompañar las decisiones del pueblo colombiano. No pueden hacer comentarios respecto la política interna y, mucho menos, decir que el pueblo colombiano se ha equivocado”.
“Se deben esperar cuáles son los acuerdos políticos internos y buscar los mecanismos o instancias para poder apoyar el proceso de paz que todos los países veedores han estado de acuerdo en avanzar. Es muy probable que se redefinan algunos escenarios y tiempos”, concluye.