Para nadie resultó extraño que Patricia Hanna Pazmiño se dedicara a la investigación científica, particularmente en el ámbito de la bioquímica. Su papá médico y su mamá enfermera fueron una gran influencia para ella, así como para sus hermanos.
“La mayor es kinesióloga, la segunda es médico y también estudió en la U. de Santiago, igual que mi hermano menor, que estudió Biotecnología. El más chico estudió música”, detalla Patricia, asegurando que en ningún caso han existido presiones familiares, sino que influencias de otro tipo. “En los años '80 vi en la televisión la serie 'Cosmos', con Carl Sagan. Y también me encantaban los programas de Jacques Cousteau”, confiesa con nostalgia.
Su infancia, sin embargo, no fue fácil. Exiliados por la dictadura cívico-militar, sus padres se radicaron en Suiza, donde nace en 1980. “Fui apátrida durante cuatro años, hasta que regresamos a Chile. Acá me interrogaron a los cinco años y estuve recluida en mi casa, como parte de la violencia política y el terrorismo de Estado que existía en ese tiempo”, revela con tristeza.
La mejor decisión académica
Patricia tenía decidido dedicarse a la ciencia y la investigación. Así lo había manifestado durante su etapa escolar. Decide, entonces, estudiar Bioquímica en la Universidad de Santiago de Chile, a donde ingresa en 1998. “Tengo un excelente recuerdo del paso por mi Universidad, mi Alma Mater. Académicamente fue lo mejor que pude haber hecho”, afirma orgullosa.
Incluso surge la posibilidad de realizar una tesis financiada económicamente. Es ahí cuando se instala en el Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA) de la Universidad de Chile, donde estudia el desarrollo embrionario de la drosophila, un modelo genético de la mosca.
Pero también recuerda las dificultades de esa primera etapa laboral. “Estar sometida a ciertas formas de financiamiento, a la competencia, a que todo está medido por el impacto de las publicaciones, nada de eso está relacionado con las necesidades de la población, pero así funciona en Chile el sistema para generar investigación científica”, lamenta Patricia, además de cuestionar la precariedad laboral.
Luego de tres años de trabajo, busca generar un cambio. Es ahí cuando decide postular a un doctorado en la Universidad de Concepción.
Trabajo social con damnificados
Iniciaba una nueva etapa y también nuevas posibilidades. “Conocí en un congreso al Dr. Sylvain Marcellini y me interesó mucho su línea de investigación, por lo que decidí trabajar con él a propósito de mi doctorado sobre desarrollo embrionario de la rana xenopus tropicalis”, explica Patricia, quien incluso accede a dos pasantías en Francia, en 2011 y 2012.
Pero no sólo ciencia desarrollaría en Concepción. A un año de haberse instalado, las graves consecuencias del terremoto de 2010 marcarían su estadía. Sus inquietudes la llevan a participar en varias organizaciones, como la Asamblea de Investigadores de Postgrados y también la Red Construyamos, de la cual fue vocera. “Buscamos organizar a la gente damnificada, sistematizar sus problemas y estar atentos a cómo se estaban implementando las políticas públicas de reconstrucción”, recuerda.
Además, fue parte del equipo que elaboró el libro ‘8,8° Corrupción y especulación inmobiliaria’. “El problema no era que se hubiesen caído los cimientos de los edificios, sino que se estaban cayendo los cimientos putrefactos del sistema en el que está construida la sociedad. El terremoto reveló la corrupción que existe en el ámbito político”, aclara.
Después de seis años, un llamado de su antigua tutora de tesis de pregrado la invita a regresar a Santiago. Ahora como Dra. en Ciencias Biológicas, mención en biología molecular y celular, se incorpora a un proyecto de postdoctorado en el INTA para trabajar con el genoma de la mosca. Un trabajo que finalizará en diciembre de este año.
Acceder al desarrollo a través del conocimiento
A sus 36 años, Patricia ve con dificultad formar su propia familia. “Es muy difícil tener hijos y hacer ciencia, especialmente para las mujeres”. Cuando no está en el laboratorio disfruta mucho de ir a conciertos de música, particularmente de grupos de rock y metal. También a los de su hermano. Hace poco leyó el libro “El gen egoísta”. Hoy está concentrada en “Traición a la Patria”.
Además mantiene sus vínculos con organizaciones sociales, como su militancia en Unidad Comunista y su activa colaboración en la Agrupación de Usuarios del Programa de Reparación Integral en Salud para las Víctimas de la Dictadura, creada hace un año.
Y hace algunos días postuló a otro proyecto de postdoctorado. De adjudicárselo, regresaría a Concepción. “Mi proyecto se relaciona con el desarrollo de enfermedades, en el ámbito del desarrollo embrionario, pero vinculado a la unión neuromuscular”, detalla, aclarando que “si bien es difícil vincular mi trabajo con el tema de la violencia política, la ciencia debiera estar al servicio de la sociedad para resolver sus problemas”.
Asimismo, junto con criticar la ausencia de políticas públicas, cuestiona la falta de decisión para que Chile acceda al desarrollo a través del conocimiento. “Somos un país que depende de la extracción de las materias primas y no les da ningún valor agregado. La ciencia no tiene cabida y siempre estará al servicio de las necesidades del mercado”, advierte Patricia.