¿Puede una nueva Constitución establecer el monto del sueldo mínimo?
El académico de la Escuela de Psicología de la Universidad de Santiago, Sergio González, publicó junto a su equipo una nueva entrega de su investigación sobre el rescate y puesta en valor del patrimonio y la cultura ferroviaria del país.
El libro, titulado ‘Memorial de los Ferrocarriles y Estaciones de la Región de Coquimbo’ y publicado por Editorial Usach, es una historiografía, también visual, sobre los cinco sistemas ferroviarios de la cuarta región, que contaban con más de 90 recintos y estaciones de trenes.
“Gran parte de estos sistemas ferroviarios se encuentran semiabandonados y no incorporados a la vida cívica”, lamentó el antropólogo. “Esta publicación intenta visualizar esta situación, para que estos edificios sean considerados en la infraestructura cultural del país”, sostuvo.
El doctor en psicología e investigador en temáticas asociadas a la psicología social y cultural explicó que gran parte de la construcción de la nación se hizo en base al ferrocarril, ya que permitió, durante los siglos XIX y XX, una conectividad de más de cuatro mil kilómetros.
“El patrimonio ferroviario en Chile es un tema que ha quedado en la retaguardia”, criticó González. “Los ferrocarriles fueron abandonados desde el último tercio del siglo XX y, desde 1975 a la fecha, se dejó en suspenso nuestro presente ferroviario”, agregó.
Finalmente, el académico emplazó al Estado a retomar la inversión en este tema ya que, a su juicio, el tren constituye una alternativa económica, ecológica y segura de conectividad. “El paro de los camioneros que hemos tenido recientemente es un ejemplo muy claro de cómo se puede poner en peligro la conectividad del país”, advirtió.
En el marco de una nueva versión de la Feria Internacional del Libro de Lima, el historiador de nuestra Universidad, Dr. Maximiliano Salinas, fue invitado por la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, a través de su revista institucional interdisciplinaria Silex, para presentar el número correspondiente al primer semestre 2020.
El tema central de esta nueva edición fue "Identidades y otredad. Factores de discriminación, intolerancia y exclusión".
El profesor Salinas fue invitado en representación de los autores de este nuevo número. “Mi contribución fue hacer una interpretación de la historiografía chilena entre 1980 y 2010. Es un examen de los horizontes culturales de referencia de dicha historiografía según el canon occidental de la civilización y la barbarie. Este canon, que se remonta al pensamiento grecolatino clásico, divide y opone a la humanidad entre lo culto / lo inculto, lo permitido / lo prohibido, raíz epistémica y política de discriminaciones, intolerancias y exclusiones”, aseguró el académico Usach.
Durante esta exposición online estuvo presidida por la directora de la revista, la doctora en Filosofía por la Universidad de Frankfurt, Alemania, Soledad Escalante, y el vicedirector de la misma, el doctor en Filosofía por la Universidad de Comillas, España, Gonzalo Gamio, escritor y profesor en la Pontificia Universidad Católica del Perú.
Identidad y otredad actual
El Dr. Salinas resaltó la importancia del debate y reflexión de estos temas en los tiempos presentes en donde la crisis sanitaria y también la de gobernabilidad del modelo socioeconómico imperante, han sido de suma importancia en la actualidad nacional y mundial.
¿Cuál es la importancia que usted le da a esta participación en la Feria Internacional del Libro de Lima 2020, en época de pandemia?
La pandemia nos vuelve inesperadamente próximos en el tiempo y en el espacio. La participación en la Feria Internacional del Libro de Lima 2020 se hizo posible sin necesidad de viajes y alojamientos. Los distanciamientos físicos no han impedido la comunicación humana y académica. Desde nuestra perspectiva esto es valioso para el diálogo de las ciencias humanas y sociales. En ese diálogo crecemos y nos acercamos.
Dado que su tema fue la otredad y las identidades, y pasado 50 años del triunfo de Salvador Allende y conmemorado un año más del golpe de Estado de 1973, ¿cómo ha variado la identidad chilena en tiempos de neoliberalismo? Y en cuanto a la otredad, ¿sigue siendo un miedo latente que paraliza los cambios necesarios para esta sociedad de consumo?
La historia contemporánea de Chile reproduce los cánones de discriminación, intolerancia y exclusión que provienen de su Constitución Política colonial. La obstrucción de la vía chilena al socialismo en 1973 instaló, como una especie colectiva de regresión neurótica, el miedo a la otredad. Se nos impuso desde arriba una homogeneidad postiza: todos unidos y reunidos, manu militari, en el rechazo visceral a la diversidad. Cada quien quedó arrinconado en su estrechez identitaria.
¿Y luego de 30 años con el estallido social?
El estallido social de octubre de 2019, pocas veces visto o entrevisto, es a mi parecer una reivindicación cultural de décadas, o quizás siglos, ante tantos enmascaramientos, silenciamientos, arrogancias. Se abrieron todas las heridas coloniales y patriarcales. Procesar y sanar todo esto nos tendrá ocupados por un buen y largo tiempo.
En este mismo sentido, ¿Cuál es el desafío mayor para las ciencias y las humanidades?
En el campo de las ciencias y las humanidades tenemos un desafío mayor y común: caminar hacia una convivencia no más determinada por el binarismo grecolatino excluyente y reduccionista de civilizados y bárbaros, sino atrevernos a la armonía y la creatividad de una proximidad viva con todas las culturas de la humanidad, especialmente las nuestras, las indígenas, las mestizas, las acalladas.
Visualiza la conferencia completa, aquí:
En tiempos de pandemia, el amor ha sido uno de esos pequeños grandes asuntos que cotidianamente nos llenan de inquietud. Y aquí amor lo circunscribo al ámbito romántico,sea que se trate de personas que convivan con sus parejas, o que mantengan relaciones amorosas a distancia, recientes o duraderas, o incluso de los contactos y relaciones amorosas surgidas o finalizadas durante la pandemia.
El COVID-19 no nos ha quitado la posibilidad tan humana como ninguna, de amor y desamor. Y quizás en estos tiempos, donde el imperativo de la salud parece primar por sobre los demás asuntos, ¿no será tiempo de preguntarnos por el amor, o más pertinente, por la posibilidad de un amor saludable?
Porque parece que el amor está hoy enfermo. Se sabe que durante la crisis sanitaria los terapeutas han recibido más consultas que nunca, muchas de ellas motivadas por conflictos amorosos. También las solicitudes de divorcio han aumentado a nivel global; y las razones son conocidas: el desbalance entre tareas laborales y domésticas, el agobio por la crianza de los hijos, la falta de intereses comunes, la disminución del deseo sexual, etc. El amor parece que dura hasta una pandemia. La filosofía, por cierto, no nos puede dar terapia en el sentido clínico, ni libertad en el sentido jurídico, pero sí puede proporcionar una mirada, un conocimiento que, de algún modo, tiene su propio efecto terapéutico y liberador.
Contrario a la visión popularizada, el amor va mucho más allá del puro sentir. El amor tiene “sus razones”, como advertía Pascal; razones que son psicosociales, culturales o también fisiológicas; conocido es el influjo de las hormonas como la serotonina, la dopamina o la oxitocina en el amor.
Pero la multidimensionalidad del amor queda demostrada en la frase “te amo”, tan típica del amor romántico: pronunciada una vez, todo cambia. Decir te amo también es decir “siento amor por ti ahora y mucho más que sólo ahora”, te amo y “me importas”, te amo y “me preocupo por tu bienestar”, te amo y “cuentas conmigo”, etc. Un universo entero de nuevas responsabilidades, expectativas, sensaciones y promesas se inician con el primer e irreversible “te amo”. El amor comienza, verdaderamente, cuando se pronuncia.
Pero el amor no siempre fue entendido como amor romántico. Este se populariza recién desde el siglo XVIII en adelante, pero domina en nuestros días, como piensan algunos, como una nueva religión: nadie cree en Dios, pero todos en el amor. Evidentemente, eso no contradice que hubiera habido antes grandes amores: la poesía, la literatura, el arte y la música nos dan noticia de ello. Pero es indudable que el amor romántico, con todas las sutiles diferencias con las que podemos entenderlo, no es hoy la excepción, sino un ideal extendido. Pero este ideal también adolece.
Como indica la socióloga Eva Illouz, gran estudiosa del tema, el amor antes era circunscrito a un modelo principalmente económico. Las personas se emparejaban o eran emparejadas bajo la consigna de asegurar y estabilizar la existencia; encontrar protección, aseguramiento material o reconocimiento social. La idea de que el amor romántico, es decir, el amor como un sentimiento, sea la justificación del vínculo amoroso se basa en un modelo emancipatorio, muy distinto al anterior.
Mientras que en el paradigma pretérito la unión se mantenía ante todo por razones económicas o sociales, las personas priman hoy más su libertad –para amar y ser felices– antes que mantener un vínculo por cálculos materiales. Ciertamente eso es una ganancia sin igual en materia de autonomía; ninguna persona debería estar obligada a estar con otra por una carencia material o social del tipo que fuere. Especialmente para las mujeres esto ha sido decisivo para el reconocimiento de su dignidad e integridad: nadie cuestionaría que es un progreso enorme que las mujeres podamos votar, tener licencia de conducir, trabajar, adquirir bienes o abandonar una relación sin consentimiento del marido, como antaño.
Pero, el paradigma emancipatorio tiene sus costos. Y en ellos también repara Illouz. Basta mirar nuestros estilos de vida, con altos niveles de divorcios y separaciones. En sociedades capitalistas como la nuestra, el amor no escapa del todo al cálculo y pasa a convertirse en un bien de consumo entre otros; las relaciones son vistas como inversiones (de tiempo) y que, evaluado su rendimiento (erótico, amoroso, parental, etc.), o bien se mantiene (por rendir lo esperado) o se desecha para buscar una nueva inversión. En sociedades de consumo, hipersexualizadas y mediatizadas, el amor y los amantes, son tanto o más exigidos a mantener un rendimiento de alto nivel constante, y en una diversidad de ámbitos, que ni los más atléticos enamorados podrían satisfacer.
Lo llamativo, sin embargo, es que esta nueva forma desvinculada de vincularse no parece ir asociada a una mayor felicidad. Al contrario, muchos de quienes terminan una relación, pese al duelo, mantienen la esperanza ansiosa de un nuevo amor. O quienes mantienen una relación amorosa tienen altas expectativas; por las que padecen si no se cumplen, o se sienten ellos mismos en deuda por no saciar las del otro. Y ya nos dijo Schopenhauer hace mucho sobre las expectativas: uno sufre más de ellas, que de la realidad misma.
Al amor se le define racional e irracional; natural y divino, duradero y volátil, altruista y egoísta, apacible e impetuoso, suave y apasionado, bondadoso e iracundo, y la lista sin duda seguiría por unas cuantas páginas más, sin por ello simplificar en algo el escenario. Pero el amor es eso: algo complicado. Que el amor sea complicado dice, siguiendo la etimología, que es algo que tiene pliegues, capas y rollos. Pero en Chile, curiosamente, decimos que estamos en un “rollo amoroso” o que estamos “enrollados” en un tono negativo, como si la complicación y el amor fueran asuntos dispares. ¿Y si entendemos al amor como siendo siempre un rollo? Justamente la omisión de ese carácter complicado del amor parece ser un primer error al intentar comprenderlo. Acaso sea también indispensable no sólo buscar, sentir, pretender o sufrir por amor, sino también, a veces, pensarlo.
Aquí hay que repetir: es un avance que las personas no estemos unidas a otras por necesidad, por miedo o por ninguna razón distinta que una voluntad libre, pues precisamente esa voluntad que con soberanía se ata a otro es expresión de genuina libertad, pero ese vínculo libre del amor romántico parece justamente estar en peligro, antes de la pandemia, frente a la exigencia continua. El amor enferma a veces no de desamor o por falta de cuidados, sino por el requerimiento injusto de ser la cura ante todo mal.
Justamente la omisión de ese carácter complicado del amor parece ser un primer error al intentar comprenderlo. Acaso sea también indispensable no sólo buscar, sentir, pretender o sufrir por amor, sino también, a veces, pensarlo.