Los casos de sarampión registrados en el último tiempo en el país, han instalado de nuevo el debate entre quienes están ‘a favor’ o ‘en contra’ de la inoculación preventiva a temprana edad. En ese sentido, sus detractores se inclinan porque el cuerpo obtenga su inmunidad por sí mismo, o ‘naturalmente’ como se le conoce.
La inmunización natural se produce cuando una persona sufre una enfermedad, y su sistema inmunológico desarrolla anticuerpos que contrarrestan los efectos nocivos del mal alojado. Si el paciente logra sobrevivir, habrá creado una capa protectora que lo volverá inmune de por vida a tal padecimiento.
La académica e infectóloga de la Facultad de Ciencias Médicas de nuestra Corporación, Ingrid Heitmann Gigliotto, explica ese sistema ‘natural’, donde la persona tiene que -necesariamente- entrar en contacto directo con la causa, como un virus o bacteria, por ejemplo.
“El sistema inmunitario tiene que entrar en contacto con el antígeno, que puede ser un virus, una bacteria, o lo que sea que cause una enfermedad. Una vez que el organismo entra en contacto con éste, el sistema inmunitario reacciona y desarrolla una inmunidad que permanece habitualmente por vida”, detalla.
Vale decir, no es que de forma natural, y sin riesgo, se produzca esa inmunidad; sino que debe producirse el contacto con la causa, lo que muchas veces puede provocar la muerte.
Añade la experta que optar por este tipo de inmunidad provocará que muchos niños mueran de enfermedades que comúnmente son controladas mediante inoculación. “Es condenar a nuestros niños, a tener una alta tasa de mortalidad por enfermedades que son absolutamente prevenibles a través de las vacunas”, sentencia.
Explica que quienes entren en contacto con algún agente patógeno tienen un alto porcentaje de desarrollar una enfermedad e incluso fallecer.
“Si ponemos en una balanza lo que ocurre cuando los niños enferman, tras adquirir algún padecimiento, o los efectos adversos de las vacunas, indudablemente que las consecuencias de la vacunación son bajísimas”, enfatiza la Dra. Heitmann.
Cree la facultativa, que cuando los padres se niegan, “están jugando como en un casino”, pues están apostando a que el resto sí lo haga y, por lo tanto, que se produzca lo que se denomina inmunidad de rebaño. “Es decir, que haya un número de niños inoculados que sea mayor al 95 por ciento, frenando la enfermedad en esa población, porque la mayoría de los niños están inmunizados”, expresa.
Los movimientos Antivacunas
En la actualidad, existen movimientos ciudadanos que se oponen al uso de vacunas. Alegan que sustancias como el Timerosal o las provenientes del mercurio, contenidas en algunas dosis, generan efectos nocivos tras su aplicación.
Sin embargo, para la Dra. Heitmann el panorama que propone tal demanda, es de sumo cuidado. “Todos los niños que no son vacunados, están en un altísimo riesgo, porque estas enfermedades son muy contagiosas”, explica, Agrega que “hay un porcentaje alto de que contraigan enfermedades y alguno de ellos tengan secuelas o incluso mueran”.
Información errada
Según la infectóloga, aquellos padres que se niegan a vacunar a sus hijos e hijas, están influenciados por información errada, generalmente disponible en Internet, respecto a los efectos nocivos que la medida trae a las personas.
Respecto de ese rechazo de un sector de la población, explica que “es un argumento que no tiene sustento alguno. Es casi indignante que algunas personas puedan pensar así”.
Cree la especialista, que si bien Internet y Google son valiosos instrumentos, “la red está plagada de información falsa”. En ese sentido, aconseja, quien desee informarse sobre la inoculación, debe tener la capacidad y el conocimiento previo para poder separar la información correcta de la errónea, sobre todo cuando mucha de la incorrecta apela a la emocionalidad para convencer.
“Cualquier persona que no maneje el tema de las enfermedad, la inmunidad y de qué ocurre con las vacunas, leerá y estimará plausible todo, independiente de su veracidad”, enfatiza.
La académica alega que no toda la información se reproduce y corrobora de la misma forma. Por ejemplo, uno de los factores que más generan rechazo en torno a la vacunación, tiene que ver con su asociación al Timerosal, sustancia vinculada a trastornos neurológicos como autismo.
“Hace algunos años, un científico dijo que el Timerosal producía autismo. Esto se expandió. Sin embargo, lo que los padres no han leído, es que a este científico se le hizo un juicio porque se comprobó que todo era falso”, señala la Dra. Heitmann.
“Eso no ha aparecido con la misma velocidad porque no apela a la emocionalidad de los padres que quieren tener a sus hijos e hijas con el menor riesgo posible”, dice la académica.
Añade que al asumir esa información probada como falsa “los padres creen que es más riesgoso vacunar que no hacerlo, sin darse cuenta de lo que ocurría antes de la vacunación en el mundo”.
Estima la experta que esa credulidad se basa en que los padres que decidieron descartar la vacunación, nacieron en una época de la historia donde el proceso incuestionable de inoculación dio ciertas garantías de relajo.
“Estos son padres no han visto morir a niños ahogándose, por tener paralizado el diafragma por el polio, o morir a sus hijos a causa de sarampión”, dice tajante la Dra. Heitmann.
La solución: concientizar
Hacer campañas de concientización en consultorios, hospitales y recintos médicos es, a juicio de la académica, una forma adecuada de cambiar la visión negativa que parte de la población tiene sobre las vacunas.
“Que la gente pregunte, que le consulte a su médico. Yo no conozco ninguno que le diga a su paciente que no se vacune”, porque “estamos hablando de vacunas que están probadas por décadas”, concluye