- Antes de incorporarse a nuestra Institución, el maestro suizo estuvo a cargo de las orquestas de Mendoza y Rosario. “Me identifico mucho con nuestra Orquesta. Posee un muy buen estilo y tiene un alto nivel de autoexigencia con una mentalidad de orquesta juvenil, lo que se refleja en los conciertos”, destaca.
Son las 19:08 horas de un día miércoles. Los aplausos del público que repletan el Aula Magna de la Universidad de Santiago surgen espontáneos ante la aparición del maestro Nicolas Rauss. Vestido completamente de negro, el director saluda sobre el escenario. Luego, de pie ante sus partituras, se enfoca en los músicos de la Orquesta Clásica del Plantel. Y también en los integrantes del Coro, quienes se encuentran en los asientos laterales del edificio. Todo está listo para el estreno de la ópera "Orfeo y Eurídice", del compositor alemán Christoph Willibald Ritter von Gluck.
“Siempre sufrí mucho con los instrumentos. Hasta el día de hoy no soy capaz de alinear ocho semicorcheas seguidas. Es un problema de motricidad fina”, reconoce Nicolas Rauss. Y si bien cuenta con un piano en una pequeña oficina frente al Departamento de Extensión, advierte que tampoco es cercano a la composición. “A los catorce años compuse algunas obras, pero nunca logré terminarlas. Mi manera de componer es a través de la dirección”, explica.
Habla muy bien francés y castellano, además de un poco de alemán, italiano e inglés. Y si bien solo posee la nacionalidad suiza, donde nació hace 56 años, posee documentación de Uruguay, Argentina y Chile. “Me siento más bolivariano que cualquiera. Sudamérica es un continente de una belleza cultural y étnica formidable. Lo siento como mi propio continente”, asegura.
De Beethoven a la dirección orquestal
En su casa de Ginebra, su mamá tocaba el piano y su papá, la flauta. Ninguno de manera profesional. “Escuchaban música y, además, mi madre hablaba de música. Esto de manera muy cerrada respecto del rock y el pop. Por ejemplo, recién conocí al grupo The Beatles a los 25 años, después de la muerte de John Lennon, cuando viajé a Sudamérica”, recuerda.
Junto a sus tres hermanos, creció en un ambiente que rápidamente lo llevaría a interesarse por la música clásica. “El 'clic' fue Ludwig van Beethoven, con su Sinfonía Pastoral”, revela. Nicolas Rauss tenía diez años y cursaba la educación primaria. “Para mí la música solo era Beethoven y exclusivamente sus sinfonías y oberturas con orquesta. No los conciertos, ni las sonatas y tampoco los cuartetos. Estaban hartos en mi casa”, relata.
Junto con descubrir la música del compositor alemán Felix Mendelssohn, asisitía a conciertos y estudiaba partituras. “A esa edad ya quería dirigir, pues me interesaba la música orquestal de varios autores”, afirma. Y si bien dentro del Conservatorio de Música de Ginebra primero debió pasar por la dirección coral, su objetivo era la dirección orquestal. De hecho, a los 17 años comenzó a investigar sobre Johann Strauss, Anton Bruckner, Jean Sibelius, Bohuslav Martinu y todos los compositores post románticos.
Los inicios de su carrera sudamericana
A fines de 1984 Nicolas Rauss decidió trasladarse a Uruguay, luego de terminar sus estudios en el Conservatorio. “Me enamoré de una uruguaya que estudiaba órgano y dirección coral, también en Ginebra, con quien me casé”, detalla. Hoy, divorciados, tienen una hija que vive en Suiza, donde realiza una maestría sobre canto, y un hijo en Uruguay que toca la guitarra. Además, una nieta.
“Intenté regresar a vivir a Suiza, pero finalmente me quedé en Sudamérica. Si bien volví a Europa a realizar algunos cursos, aquí comencé a hacer mi carrera, entre Uruguay, Argentina y Chile”, rememora. Precisamente a mediados de los '90 se instala en Argentina, donde, a través de la música, conoce a la que sería su segunda esposa. Con ella, profesional de la flauta, tiene una hija de 19 y un hombre de 17 años. Este último, baterista. “Mis cuatro hijos se relacionan muy bien entre ellos, a pesar de las distancias”, revela con satisfacción.
Es entonces cuando comienza a dirigir de manera titular las Orquestas de Mendoza y Rosario. Y también una orquesta en Uruguay, como director principal invitado. A esto se suma su relación musical con Chile, a partir de 1999. “Fue un reemplazo en Temuco y Valdivia para dirigir la Novena Sinfonía de Beethoven con la Orquesta Sinfónica, invitado por su director David del Pino, que también dirigió en la Universidad de Santiago”, comenta.
Mientras participaba como director invitado del Departamento de Música de la Universidad Católica, su relación con la Orquesta Sinfónica de Chile, entre 2005 y 2007, se estrechaba aún más. Algo similar se repitió entre 2012 y 2013, periodo en el que Nicolas Rauss comenzó a frecuentar la Universidad de Santiago. Paralelamente, continuaba dirigiendo de manera titular la Orquesta de Rosario.
Más música en las escuelas públicas
En 2015 toma una importante decisión: instalarse en Santiago para dedicarse a tiempo completo a la Orquesta Clásica del Plantel. “No funciona tener dos orquestas titulares, y no solo por una cuestión de tiempo. Es algo de afectividad. Uno pone su afecto en la orquesta titular. De alguna manera, en esta Universidad encontré mi lugar”, asegura.
“Esta Orquesta es de un tamaño ideal”, agrega, argumentando que cuenta con un formato y un repertorio muy interesantes. “Me identifico mucho con esta Orquesta. Posee un muy buen estilo y tiene un alto nivel de autoexigencia con una mentalidad de orquesta juvenil, lo que se refleja en los conciertos”, valora el director.
Y así como plantea la deuda que tiene el país con la educación pública, destaca que la Orquesta de la Universidad de Santiago es la única del sector poniente en la ciudad. “Tenemos la misma tarea de la Universidad en cuanto a aportar conocimientos a una gran zona. En nuestro caso, a través de la música”, explica.
Y si se trata de la contingencia, no duda en referirse a las erróneas políticas públicas respecto de la música. “¿Por qué en las escuelas enseñan un lenguaje escrito y no uno musical? ¿Por qué tantas horas dedicadas a entender teoremas y tan pocas a comprender la expresión artística?”, pregunta. La respuesta radica en la necesidad de introducir más música en los establecimientos, proponiendo algo muy concreto. “Cinco minutos diarios donde los estudiantes escucharan en silencio, en la sala de clases, distintos estilos musicales”, exige.
En ese contexto, la reciente adjudicación de un Fondart permitirá que la Orquesta visite durante el próximo año distintas comunas de la Región Metropolitana. Incluso, compartir escenarios con orquestas integradas por niños y jóvenes. “Nuestro trabajo tendría un sentido mayor si es que aumenta la música en las escuelas”, anticipa.
Interpretar la esencia a través de la partitura
Nicolas Rauss reconoce no disponer de ninguna colección de música. “En ningún caso representan íconos para mí. Es algo muy abstracto. Solo he tenido un pequeño busto de Beethoven que me regaló una profesora a los once años. De hecho, escucho muy poca música. Solo se trata de un valor testimonial”, advierte.
Y es que para el director suizo, lo esencial está en la partitura. “No es la obra, sino que un código a través del cual debo llegar hasta la idea abstracta que pudo haber generado el compositor. No es la música. Solo una expresión de ella puesta en código”, detalla. “Lo fascinante es interpretar las sensaciones que tuvo el autor, como si fuera la primera vez. Que no sea una pieza de museo, sino que una vivencia de ahora. Hacer latir el corazón de un papel”, añade.
Recientemente dirigió la Orquesta y el Coro del Plantel en “Cámara a toda Orquesta”, concierto al aire libre en plena Alameda. “Hubo gente que incluso se levantó a bailar vals”, recuerda. Un formato similar que se repetirá el próximo 21 de diciembre, cuando la Orquesta ofrezca un concierto frente a la Casa Central de la Universidad.
Además, destaca la publicación en formato de CD de las obras “La cantata del café”, de Johann Sebastian Bach, y “La vida maravillosa y burlesca del café”, del compositor y académico de la música Jorge Pepi. Un material discográfico editado por la Corporación Cultural Universidad de Santiago de Chile y financiado por el Fondo de la Música del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.
The Beatles, Queen y cuentos sudamericanos
Sus viajes entre Santiago y Mendoza son frecuentes. “Es increíble cómo hablando el mismo idioma, las mentalidades son tan alejadas. Hoy es casi más distinto un argentino de un chileno, en cuanto a idiosincracia, que un alemán de un italiano. Es algo muy curioso”, plantea Nicolas Rauss.
Cada cierto tiempo viaja a Ginebra a ver a su mamá, quien a sus noventa años todavía toca el piano con amigas. En esa misma ciudad viven sus tres hermanos, quienes en algún momento también se han relacionado con la música. También mantiene contactos y visitas con orquestas de Brasil, Uruguay y Alemania. En este último caso, una orquesta juvenil del Estado de Baviera.
Hace dos años y medio vive en el Barrio Yungay, muy cerca de la Universidad de Santiago. Disfruta del fútbol, aunque asegura que nunca podría apoyar a un equipo como una expresión de nacionalismo. “Eso es muy suizo, considerando su ubicación geográfica. Hemos aprendido a perder el nacionalismo pasional”, asevera.
Junto a The Beatles, también destaca al grupo Queen. “Tengo un ídolo en la música rock: Freddy Mercury”, asegura. En cuanto a la literatura, se define como un lector de cuentos, con autores como el argentino Jorge Luis Borges, el uruguayo Eduardo Galeano y el peruano Mario Vargas Llosa. De los chilenos, Pedro Lemebel, Isabel Allende y José Donoso. Y también el francés Guy de Maupassant.
Y si bien su nicho es la música clásica, reconoce que indagar en nuevas tendencias musicales le permite, en el caso de la dirección, acceder a otras posibilidades. “Abre la corporalidad, sin dejar de lado la música a la que me dedico. Excepcionalmente he dirigido el concierto de Víctor Jara Sinfónico y en Argentina un concierto con un grupo de rock”, resalta. Incluso, dentro de la música clásica, su interés se centra en lo menos convencional. “Por supuesto que rescato cosas de lo que escucha el público más comercial, pero también busco más allá de lo conocido”, concluye.