Con visión crítica sobre construcción actual culmina Congreso de Arquitectura Religiosa
Con visitas al Templo Bahá'í de Peñalolén, el Monasterio de los Benedictinos y la Capilla del Espíritu Santo de Puente Alto, culminó el domingo el V Congreso Internacional de Arquitectura Religiosa Contemporánea (CIARC) que se realizó por primera vez en Sudamérica y que fue organizado por la Universidad de Santiago de Chile.
El encuentro, que se desarrolló desde el día miércoles de la semana pasada con clases magistrales, mesas de discusión y visitas a templos tanto de Santiago como de Valparaíso, contó con la presencia de destacados expertos internacionales, como Jeanne H. Kilde, Michael J. Crosbie y Zorán Vukoszávlyev, quienes abordaron el momento que vive la arquitectura cristiana tanto en Chile como en el mundo.
Para el Dr. Esteban Fernández-Cobián, arquitecto español e integrante del comité organizador de los CIARC, “estos congresos intentan aportar algo de luz sobre cómo construir iglesias hoy en día”, opinión compartida por el académico de la Universidad de Santiago de Chile y también parte de la organización, Dr. Rodrigo Vidal.
El arquitecto chileno estima que, en el último tiempo, distintas perspectivas respecto a la construcción de templos han terminado por convivir unas con otras. Ello explicaría que, en un mismo momento histórico, en algunos lugares se privilegien grandes templos, mientras que, en otros, se opte por la austeridad e, incluso, algunos credos prefieran adquirir antiguos cines o teatros para convertirlos en espacios litúrgicos.
Ya no existe un solo patrón
Esta “dislocación”, como la llama el Dr. Vidal, es propia del último siglo, afirma. “Fundamentalmente, desde el Concilio Vaticano II en adelante, a mediados de la década de 1960”, lo que atribuye a las trasformaciones vinculadas a la aparición del Movimiento Moderno que habrían adquirido mayor fuerza en las últimas tres décadas. “Esto antes no se había vivido, había una mayor cercanía entre los templos”, considera.
El Dr. Fernández-Cobián concuerda en que este “profundo desconcierto” se debe a la aparición del Movimiento Moderno, que incorporó nuevos materiales y replanteó la relación con otras vanguardias artísticas en la pintura, la fotografía y las artes dinámicas. No obstante, agrega que a ello se adicionó una “revolución litúrgica”, también del siglo pasado, que pretendía deshacerse de todo lo accidental del culto, como adornos y otros elementos.
“Esa confluencia entre las dos revoluciones, la arquitectónica y la litúrgica, provocó la tormenta perfecta y, de pronto, ya nadie sabía cómo había que construir las iglesias”, sostiene. Sin embargo, advierte que tendencia está comenzando a clarificarse, hacia templos sobrios donde convergen distintas religiones, como sería el caso del Templo Bahá'í.
Para el Dr. Vidal, parte importante de ese cambio lo explica el hecho de que las instituciones religiosas hayan reconocido el valor de la arquitectura para que las personas puedan desarrollar adecuadamente su espiritualidad. A su juicio, esto se contrapone a periodos pasados, donde predominaron estilos recargados como el clásico, el románico, el barroco o el rococó, donde el ser humano se dejó en un segundo plano para privilegiar la representación de Dios.
“Actualmente, se está reconociendo el valor de la vida humana y del individuo en la participación colectiva de la construcción de la fe. El templo Bahá'í es más bien un lugar de encuentro, de comunidad, donde todas las religiones son aceptadas”, explica.
Chile, sinónimo de arquitectura
Finalmente, el arquitecto español Dr. Fernández-Cobián destacó la realización en nuestro país de este congreso. “Cuando uno piensa en Chile, piensa en buena arquitectura, de calidad y eso se refleja en las iglesias”, afirma.
El especialista destaca reconocimientos internacionales para profesionales de nuestro país, como el Premio Pritzker obtenido por Alejandro Aravena o el Premio Internazionale di Architettura Sacra 'Frate Sole' para Cristián Undurraga en 2012, lo que habría sido una de las motivaciones para escoger a Chile como escenario de este congreso. “La arquitectura chilena tiene fama mundial”, concluye.