El reconocimiento fue entregado a través de una Sesión Solemne en el Teatro Municipalidad de Ñuñoa el pasado 7 de mayo, iniciativa organizada por el Concejo Municipal de dicha comuna junto al Consejo Comunal de Organizaciones de la Sociedad Civil.
Entre las diversas categorías reconocidas, que incluyeron áreas como “Deportes”, “Espectáculos” o “Comunicaciones”, también fue distinguido el egresado de Publicidad de la Universidad de Santiago de Chile y reciente ganador del Emmy, Hernán Caffiero.
Re-emergencia de los movimientos sociales
Garcés, al reflexionar sobre su galardón, que pone en alto el sello de Vinculación con el Medio de nuestra Casa de Estudios, materializado mediante su notable trabajo historiográfico, enfatiza en un eje constitutivo de su desarrollo académico y profesional como historiador, siempre preocupado de escribir para los sectores populares. “Me interesaba mucho que lo que escribiera pudiera ser leído por esas personas y creo que eso se fue logrando en el tiempo. Eso siempre me bastó y es un motivo de mucha satisfacción”.
Sin embargo, señala que este reconocimiento, también “me gratificó. Porque, además, Ñuñoa es especial, en el sentido de que es una comuna más de clase media, una comuna más ilustrada en un sentido (…). Por lo tanto, fue un gesto muy democrático y republicano”.
Por otra parte, considera relevante que su galardón estuviese vinculado a reconocer la investigación sobre movimientos sociales, área en la cual se ha especializado y además es un referente obligado en la materia.
Para el académico, es “muy sugestivo, muy indicativo del tiempo que vivimos. Yo tengo la hipótesis de que el gran escollo, el gran límite a la transición a la democracia en Chile fue la débil consideración de los movimientos sociales. Y, por lo tanto, el modelo de recuperación democrática estuvo centrado casi unilateral en el campo de las instituciones y muy poco en la propia sociedad. Después de más de 20 años de transición, efectivamente las mayores novedades desde el punto de vista político se empiezan a producir en el campo social”.
Los movimientos feministas, mapuche o ambientalistas, dan cuenta, a juicio de Garcés, de una re-emergencia de los movimientos sociales, donde se está recreando la acción colectiva.
“Lo que no significa que los otros, los viejos movimientos (como el obrero, campesino o de sectores poblacionales), no se mantengan en estado de latencia y persistan. Van a persistir porque son parte de la estructura social chilena”, afirma.
Por lo mismo, “sentí que era un signo de los tiempos, que no era tan casual que un consejo de sociedad civil, en el caso de Ñuñoa, percibiera que los temas sociales, que las cuestiones sociales, son relevantes en la cultura política chilena de hoy. No puede ser ignorado”.
Conocer la historia del pueblo
Al ser consultado sobre por qué decidió focalizar su investigación en los movimientos sociales, lo puntualiza, por un lado, dentro de su propia biografía. “Yo me crie en un barrio popular en la zona de Quinta Normal. Por lo tanto, conocí la pobreza urbana en Chile desde muy temprano”, dice.
Junto a este elemento, considera que la experiencia del Golpe de Estado también jugó un papel preponderante. “Yo estudié Antropología en los años de la Unidad Popular en la Universidad de Concepción y después del Golpe nos cerraron la carrera: nos expulsaron a cerca de seis mil estudiantes”, recuerda.
En medio de este escenario dramático y desesperanzador, resuenan conversaciones con un entrañable amigo que compartía en la casa de sus padres, en la comuna de Maipú. En esas pláticas, “él me dijo: Mario, parece que perdimos porque no conocíamos la historia de Chile”.
“No estábamos al día de cuál era la historia de nuestro propio pueblo. Y, probablemente, eso explique parcialmente por qué el proyecto popular ha sido derrotado. Este compañero, compañero militante, es Detenido Desaparecido los años posteriores”, pronuncia.
Este lúcido análisis, reflexiona, “me marcó mucho y me dejó esa pregunta: si vamos a repensar el proyecto de transformación social en Chile, este tiene que tener un basamento histórico. Sino, es insostenible”.
En ese sentido, “me parecía muy importante conocer mejor cuáles fueron o han sido las tradiciones asociativas del pueblo chileno. Y cada vez me fui convenciendo más que este es un pueblo de grandes y largas tradiciones organizativas. Y el deseo, el impulso de asociación, emerge con mucha frecuencia en Chile”.
Reconstrucción de un Estado democrático
Por otra parte, al ser consultado sobre uno de los desafíos historiográficos más importante que vislumbra, considera prioritario “estudiar y valorar la propia experiencia social como experiencia política o como experiencia de transformación, de cambio”.
De acuerdo a su análisis, “en el caso chileno, por la forma que tomó el Estado y las instituciones, siempre hemos tendido a atribuirle al Estado, las instituciones y los partidos, el mayor protagonismo histórico, el mayor impacto en la construcción de la sociedad”.
En contrapartida, señala, “es en la sociedad donde los jóvenes empiezan a redefinir sus identidades, sus estéticas, su sexualidad. Es en la propia sociedad donde las chicas más jóvenes se apropian del feminismo y de las orientaciones que interrogan, interpelan todas las relaciones de género, hoy día el patriarcado”.
Complementando este punto, estima que “hay un fuerte dinamismo social, cultural, en una sociedad que merece ser estudiado, puesto en valor y plantearse además el tema de que ese Estado tan presente en Chile fue un Estado débilmente democrático. Y por lo tanto, el mayor desafío histórico de Chile es la reconstrucción de un Estado democrático”.
Y esa reconstrucción, recalca, “no puede ser sino mediante el ejercicio de la soberanía de los grupos sociales que participan de la sociedad. No puede ser un acto puramente “politicista”, en el sentido tradicional. Tiene que ser un acto que convoque y que acoja las capacidades constituyentes que existen en la propia sociedad.”
Finalmente, tomando en cuenta este escenario de degradación institucional que día a día copa los noticieros nacionales (con casos de corrupción y graves deshonestidades en diversos niveles), considera que los movimientos sociales pueden jugar un rol preponderante en la revalorización de lo colectivo.
Bajo su análisis, hay dos alternativas. Por un lado, continuar transitando dentro de un individualismo asocial, fundado sobre todo en las capacidades de consumo, de obtención de estatus por la vía del consumo, “que plantea una especie de fetichismo de las cosas”.
O, por otro lado, la posibilidad de desarrollos comunitarios, de constitución de comunidades de distintas naturalezas. O sea, “una revalorización de lo colectivo y hay que refundarlo. En ese sentido, los movimientos nuevos son muy interesantes, porque cuando las mujeres hablan de sororidad, están hablando de justamente de los lazos que pueden regenerar o recrear al ponerse en movimiento”.
Por lo tanto y a modo de cierre, afirma que “todo lo que se relaciona con lo común, con lo colectivo, es un principio, como se diría en el siglo XIX, de regeneración popular o de regeneración social, nos abre alternativas, nos abre a posibilidades emancipadoras y de recreación social, política, muy importantes. Porque la otra fórmula es la fórmula conocida. Instituciones distantes de la sociedad y una sociedad centrada en el consumo. Con esas dos dinámicas no vamos a ningún lugar”.