- La Presidenta Bachelet inicia un nuevo período de gobierno que será muy diferente a su anterior gestión y a los cuatro gobiernos anteriores, pero no al del Presidente Aylwin.
Con el Presidente Aylwin se inició un ciclo político que se cerró este 11 de marzo. Al asumir el Presidente Piñera se cerraba un período de cuatro gobiernos de la Concertación y el país se enfrentaba a verdaderas disyuntivas, las más importantes desde el retorno a la Democracia.
¿Habría continuidad institucional con alternancia en la coalición de gobierno o el país sería arrastrado a una crisis? Y ¿sería capaz, el primer Presidente de derecha en cincuenta años, de llevar al país a un nuevo piso de democracia y solidaridad o retrocederíamos en ambos espacios?
La primera de estas disyuntivas se resolvió favorablemente: el país aceptó la alternancia con gran madurez, y hoy continúa su funcionamiento con normalidad. Pero en la segunda no hubo avances, tal vez tampoco retrocesos, aunque en términos relativos cuando las sociedades no avanzan sí retroceden, y esto ha ocurrido en Chile.
Con la gran diferencia que estamos en democracia y estos cambios de gobierno son asumidos con normalidad por la sociedad chilena, lo que enfrenta la Presidenta Bachelet se parece más a la situación que enfrentó el Presidente Aylwin que a su anterior mandato o al de cualquiera de los de sus otros predecesores democráticamente electos.
El país presenta relativamente buenos indicadores económicos, más allá de las discusiones que podamos tener respecto a las causas de los resultados y a la mejor o peor gestión que se pueda haber realizado. Algo similar ocurría con la economía a fines de la dictadura, aún cuando entonces la discusión era sobre los niveles de pobreza y hoy es sobre el endeudamiento y las capacidades de la clase media.
Por otra parte, hay cierta duda sobre la capacidad de las instituciones a seguir funcionando con normalidad, claro que a fines de la dictadura la duda era sobre si Pinochet permitiría su funcionamiento y la libre expresión que se inauguraba, en cambio ahora es sobre si las instituciones -gobierno, parlamento, partidos- serán capaces de representar y acoger las demandas de la sociedad y sobre si se ampliará el espacio de la libertad de información tan fuertemente concentrado en pocos actores.
También se ha señalado que los anuncios de cambios en materias esenciales, como reforma tributaria y nueva Constitución, traerán inestabilidad y ahuyentarán inversiones afectando el empleo y la vida de las personas, tal como hace veinticuatro años, claro que entonces no ocurrió nada de lo relacionado con estos eventos.
Hubo alza de los tributos en una proporción superior a lo que ahora se anuncia y un enorme incremento en la inversión, mejorías en el empleo y condiciones de trabajo como no se han repetido en ciclos de cuatro años.
Pero al igual que en ese momento, la sociedad hoy expresa gran malestar y el gobierno saliente no escuchó ese disgusto y no se hizo cargo de la situación, confiando solo en indicadores de éxito financiero.
Al igual que Aylwin en 1990, lo que enfrenta Bachelet en 2014 es un escenario casi totalmente nuevo. Ella así lo ha entendido al señalar reiteradamente que “Chile cambió”.
Es cierto, Chile cambió respecto de 2006 y de 2010, así como enormemente desde 1990, y por ello se requieren nuevas formas, nuevos estilos y nuevas propuestas, porque los desafíos ya no son los mismos y la actitud de las personas ya no es la misma.
Es cierto que como a fines de los 80 la gente está dispuesta a movilizarse, pero ya no por ideales como el retorno a la democracia, aunque siguen existiendo idealistas. Los estudiantes, los funcionarios públicos, los portuarios se mueven por intereses de corto plazo, y las respuestas de corto plazo son necesarias, pero insuficientes para avanzar al desarrollo.
Es necesario mirar el país estructuralmente y conducirlo, cuestión en la que fracasó –y tuvo las oportunidades- el Presidente Piñera, en una nueva forma de hacer las cosas, recogiendo lo central de lo que ha permitido progresar, pero entendiendo que el poder, la riqueza, la información y el conocimiento ya no pueden ser patrimonio de unos pocos, que con ello el país está perdiendo oportunidades, competitividad, posibilidades de crecimiento, mayor tranquilidad y felicidad.
La Presidenta Bachelet no será evaluada por lo que haga en estos primeros 100 días, sino por si fue capaz de impulsar al país para que luego de su gobierno alcance un nuevo estadio de desarrollo social político y económico, así como el Presidente Aylwin es y será evaluado por hacerlo en el difícil momento del retorno a la Democracia. Algo de lo que falta tiene que ver con los sueños, pero también con procesos de construcción de nuevas estrategias.
Einstein dijo que no se puede esperar resultados distintos si se hace lo mismo. Podemos inaugurar una nueva etapa o seguir languideciendo, cuatro años son suficientes para iniciar el cambio, para comenzar el camino.
Deseo que a la Presidenta Bachelet en estos cuatro años le vaya tan bien o mejor que al Presidente Aylwin en su gobierno.
Andrés Palma: Director del Programa Centro de Políticas para el Desarrollo, U. de Santiago de Chile.