- Todos los gobiernos muestran cifras de éxito al dar cuenta de su gestión. Todos los gobiernos también hacen responsables a sus predecesores de los puntos bajos de sus resultados. Esto ocurre hasta cuando son de la misma coalición. La discusión de estos días no es nueva.
El mal resultado alcanzado en enero por el Indicador Mensual de Actividad Económica (Imacec) que publica el Banco Central ha sido calificado como puntual por el ministro de Hacienda, y como una señal de la tendencia negativa en que recibe a la economía el que será su sucesor. ¿Es posible que ambos tengan razón?
Efectivamente hay razones para explicar, como lo hace el ministro, que el indicador haya sido peor de lo esperado, pero eso no oculta que lo esperado ya era muy malo, es decir, no venían buenas noticias.
El ministro ha recordado entonces que recibió una economía en recesión, y podemos agregar que en medio de las réplicas de un gran terremoto.
La economía chilena vivió un ciclo recesivo en 2008-2009, causado por la crisis mundial originada en EEUU y Europa, a raíz de la especulación inmobiliaria, pero al momento de asumir el gobierno, Chile ya venía saliendo del mismo, si no lo había hecho ya.
El impulso de esa recuperación venía dado principalmente por las políticas reactivadoras del gobierno de Bachelet, que fueron aplicadas entonces y ahora criticamos que tardíamente, por el ministro Velasco. Recordar una parte de la historia y no la otra no es serio de parte de una autoridad del sector económico.
El gobierno de Piñera se benefició del impulso reactivador que traía la gestión económica anterior, ya que los efectos de las medidas económicas tardan en materializarse, del dinamismo de la economía china que elevó el precio del cobre a niveles espectaculares, y de su propio impulso y del sector privado, a la reconstrucción post terremoto.
Pero cuando el dinamismo de China disminuyó un poco y se estabilizó y bajó el precio del cobre, cuando se acabó el impulso de la reconstrucción y se agotó el empuje reactivador que se traía del gobierno anterior, el dinamismo de la economía chilena languideció, y esa es la herencia que recibirá el nuevo gobierno.
Si se miran las cifras en perspectiva, como lo hace la mayoría de los agentes económicos y los estudiosos del tema, podemos ver que la economía creció un 5,8% en 2010 luego de haber caído un 1% en 2009; luego creció un 5,9% en 2011, para crecer sólo un 5,6% en 2012 y tal vez un 4% en 2013.
El presidente de la SOFOFA ha señalado que espera que la economía crezca entre un 3% y un 3,5% este año, en tanto que la última encuesta del Banco Central a operadores financieros predice un 3,8%.
Es decir, la tendencia es que vamos de más a menos, y cuando comenzó el gobierno íbamos de menos a más. Este cambio en la tendencia es el que nos debe importar y a partir del que debemos hacer las evaluaciones correctas.
El desafío de las nuevas autoridades es, entonces, revertir esta tendencia, lo que no se logrará fácilmente, pero tampoco es imposible.
El cuadro internacional no es desfavorable y se puede esperar cierto impulso del mercado a raíz de la corrección favorable a la reactivación del tipo de cambio y la tasa de interés, pero también es necesario que el Gobierno actúe en favor de esas correcciones y aporte lo suyo.
La reforma tributaria para financiar un mejoramiento de la productividad y corregir los desbalances en diversas áreas es imprescindible, ya que sin ella no podrá haber ese impulso reactivador.
En síntesis, la herencia económica de Piñera no es tan buena como el Presidente quiere mostrar, pero tampoco es tan terrible como para anticipar una crisis en el país.
Sí será necesario enfocar la política desde otra perspectiva, poniendo énfasis en lo que se necesita en los sectores productivos que generan la mayor parte de los empleos en nuestro país, que no ha sido el enfoque de las actuales autoridades. Espero que lo sea de las que asumen este martes 11.
(*) Director del Programa Centro de Políticas para el Desarrollo, U. de Santiago de Chile.