- El ritmo vertiginoso que conlleva la compra de obsequios y la preparación de la cena de Navidad y Año Nuevo, pueden provocar estrés. Según el Dr. en Psicología y vicerrector de Vinculación con el Medio (VIME) del Plantel, Sergio González, esta tensión se origina por el poco tiempo con que se cuenta para organizar estas actividades o para hacer balances, sin proveerse del espacio necesario para reflexionar. Aconseja bajar las expectativas frente a las fiestas. "La calidad (del tiempo otorgado al otro/a) tiene que estar puesta en los vínculos, en los afectos, en el tiempo compartido", remarca.
La escasez de tiempo con que las personas encaran las fiestas de fin de año, generalmente entra en conflicto con las expectativas depositadas para su realización. “(...) Tiene que ver con enfrentar las fiestas y hacerlo con la premura de lo que te llega de improviso y sin los tiempos suficientes para la preparación, de acuerdo a la expectativa que tienen las personas”, explica el Dr. en Psicología, Sergio González.
Agrega el especialista, que la carencia esta vinculada a que en el mismo lapso, los individuos deben compatibilizar las celebraciones, con la familia y el trabajo. “Los tiempos de preparación son cortos porque están asociados a los que se destinan a la familia y al trabajo. Y al tener la fiesta de Navidad y de año nuevo prácticamente contiguas, el estrés es mayor”, sentencia.
Las personas -dice el Dr. González- sienten que tienen que hacer un balance, pues “al cerrarse un ciclo, se está haciendo una especie de recuento de lo que fue el año”. Sin embargo, su desarrollo se da en medio de una gran convulsión. “Ese recuento se hace sin los tiempos suficientes, ni la posibilidad de tener la reflexividad suficiente, porque estamos en tiempos laborales y de exigencia familiar”, agrega el experto. Además, añade que tal carencia, transforma las festividades más que en una fecha de distracción y recogimiento, en un trabajo adicional. Como “hay dos fiestas seguidas, prácticamente lo que las personas viven como tal es una presión; un trabajo más que un tiempo de relajo o esparcimiento”.
Altas expectativas
Piensa Sergio González que los sujetos poseen una alta expectativa respecto a las celebraciones, pues “se quiere tener la mejor cena de navidad y fiesta de fin de año ”. Por eso -comenta- “una familia promedio gasta hasta 160 mil pesos extra en las fiestas de fin de año. Eso cuando el sueldo promedio está entre los entre los 350 y 400 mil pesos, claramente es un estrés adicional”, sentencia el experto.
¿Qué justifica tal nivel de pretensiones? Según el especialista de la Universidad de Santiago la sociedad chilena es aspiracional, es decir que concibe los momentos de celebración como extraordinarios, exclusivos y sofisticados. “Entonces hay una carrera que implica mayor esfuerzo, energía y recursos, no solamente económicos sino psicológicos”, declara el experto mientras añade que “eso tiene que ver con esta lógica de una sociedad aspiracional que se mueve por expectativas y que siempre va por delante de lo que verdaderamente puede lograr y hacer”.
El problema
Según el Dr. González, el estrés se manifiesta como cansancio. “Es una sensación asociada a no tener tiempo, ni energía y que todos los recursos que se ponen en la fiesta no son los suficientes”, explica. Acompaña al agotamiento cierta insatisfacción producto de que al final, las personas quedan con “la sensación de que no están completando todo o que lo realizado no es de la calidad de lo que quisieran hacer”.
Organizar con antelación la preparación de las fiestas de fin de año, puede aminorar los efectos del estrés, mas no soluciona el problema de fondo. La planificación de las festividades- explica el Dr. González- “tiene que ver con el hecho de tratar de tener menos estrés, pero no significa salirse del este. (...) Es una recomendación que es un paliativo. Al final las personas llegado el momento, tienen la sensación de que la exigencia es mayor que los recursos psicológicos con que cuentan para enfrentar una fiesta tan demandante”.
La cura
La solución va por ir de menos es más, cree el Dr. González. “La calidad tiene que estar puesta en los vínculos, en los afectos, en el tiempo compartido, más que en la competencia por quién hace los mejores regalos o prepara la mejor fiesta de fin de año”, sentencia.
Hay que entender- cree el académico- que las ocasiones de unidad familiar tienen un valor en si mismo, independiente del grado de sofisticación que la celebración posea. “Lo primero que se aconseja, es estar en familia, o con los amigos; es decir compartir ese tiempo colectivo como un valor en si mismo”, dice González mientras añade que “el mejor regalo que podemos hacer es nuestro tiempo para estar con otros”.
Finalmente, Sergio González aconseja que se deben bajar las expectativas frente a las fiestas, e “invertir en calidad más que en cantidad”. En la calidad del tiempo más que en la de los regalos, las condiciones de la cena, la fiesta y los traslados. “Hay personas que para llegar al lugar donde van a celebrar las fiestas, gastan hasta 6 horas para trasladarse. Una persona que invirtió 6 horas en trasladarse, obviamente llega con cansancio a la celebración”, finaliza.