Profesora demuestra que los años no son obstáculo para cumplir sueños y aportar al país

Hacer una contribución a la sociedad, desde la vereda de la inclusión es la motivación fundamental que llevó a Isabel Abarca Aravena (54) de la comuna de Maipú a terminar la carrera de Pedagogía en Educación General Básica sin reprobar ramos, dándose una segunda oportunidad de cursar estudios superiores, luego de casarse y tener dos hijos. "Es un desafío grande, pero estoy contenta. Satisfecha, porque logré la meta que me propuse, a esta edad", comenta la profesora que se desempeña actualmente en la Escuela Amor de Dios de la comuna de Cerrillos.
"Yo tenía prejuicios respecto a mis capacidades, pero la Universidad no. Cuando entraba nadie me miraba como bicho raro, al revés. Los profesores fueron muy acogedores, siempre estuvieron dispuestos a ayudarme", aunque asegura a nivel académico le exigieron igual que al resto.

Durante años, Isabel Abarca Aravena soñó con estudiar en la Universidad, pero por diversos motivos debió postergar su objetivo. Sin embargo, eso no fue impedimento para cumplir su anhelo.

Fue así, como debido a su interés en la educación básica, y al ver que sus dos hijos terminaban sus estudios universitarios, que decidió retomar lo que le gustaba, dejando sus labores como jefa de hogar durante el año 2013 y realizando un  preuniversitario que le permitió obtener una beca bicentenario.

Sin reprobar ramos, y con experiencia en distintos establecimientos educacionales donde realizó prácticas y pasantías, Isabel obtuvo su título a comienzos de septiembre, convirtiéndose en una destacada profesora egresada de nuestra Casa de Estudios.

Abarca rindió su tesis junto a sus compañeras, la chilota Verónica Arias y la peruana Brigitte Vásquez, bajo la guía del profesor Daniel Ríos.

El título fue "Innovación para la mejora de resolución de problemas matemáticos con adición y sustracción en cuartos años básicos", donde utilizando videojuegos descargables en celulares, pusieron en práctica un método de enseñanza interactivo para formular ejercicios de matemáticas.

“Siempre me gustó la Pedagogía, me gustó enseñarle a mis hijos, lo que reforcé cuando realicé un reemplazo de computación a cuartos y quintos básicos en un colegio”, comenta.

Isabel agrega que fue esa experiencia, y su inspiración en motivar a los escolares a que aprendan, lo que la llevó a dar el paso de proseguir estudios superiores, en una época marcada por avanzar en inclusión, de la cual asegura, le gustaría ser parte.

Trayectoria

La flamante profesora es de Maipú y terminó la Enseñanza Media en un liceo técnico en 1981. Era la mayor de cinco hermanos -la única mujer, lo que tampoco le favoreció- y los costos del estudio le impidieron, en aquel momento, cumplir su sueño, aunque había rendido la prueba y fue seleccionada en la UC para Historia y Geografía, debió postergar su objetivo para comenzar a trabajar y aportar a su familia.

Isabel fue secretaria ejecutiva en un banco, y previamente trabajaba en una Municipalidad en el área de beneficios, lugar donde pudo estudiar en vespertino un semestre de Pedagogía en la U. Silva Henríquez. Sin embargo, por carga familiar no pudo continuar.

La tercera fue la vencida. Muchos de los miembros de su entorno veían con asombro y escepticismo su afán por estudiar. "¿Para qué vas a hacer eso?, vas a perder el tiempo", le dijeron algunos, aunque sus hijos la apoyaron. Ella insistió. Eligió la U. de Santiago por cercanía geográfica y también emocional: su padre había sido alumnos de la ex escuela Abelardo Núñez y estudió en la UTE.

Para entrar, se preparó todo un año para la PSU en el liceo de su hijo menor, porque era más económico. Le fue bien e ingresó a EGB en 2013. Le gustó que hubiera dos menciones y también el currículo, además sintió que nuestra Casa de Estudios era muy "integradora", donde no importaba su edad ni origen.

La carrera y la U. de Santiago

En la U. de Santiago, agradeció un enfoque pedagógico para los niños "de la era digital", donde el profesor debe ser entretenido.

"Siempre valoré mucho la cátedra, venía a impregnarme del espíritu académico", cuenta.

Pero Abarca destaca la carrera no sólo por eso, sino por fomentar el ser "acogedores, inclusivos, respetar los distintos niveles de aprendizaje".

"Los profesores de otras universidades no tienen esa característica. Insisten en el aprendizaje rápido, el contenido, la disciplina estricta, en no dejar que los niños se paren en la sala, en no dar permiso para ir al baño. Para ellos el niño tiene que escuchar en silencio la temática. Es muy distinto a nosotros", expresa.

"Nosotros somos menos estructurados. Siento que a mí, que soy una persona madura, nuestro enfoque me favorece en el aula en este nuevo entorno educativo en que estamos", dice.

Por eso le parecen bien las reformas actuales. "La educación necesita modernizarse. Estamos en el año 2017... Los niños a los que les hago clase van a salir al mundo laboral el año 2030. ¿Cómo le voy a enseñar con un dibujito en un papelógrafo?, si el niño llega a la casa a ver el celular y una película en 3D. Los profesores debemos actualizarnos", afirma, al tiempo de señalar que hay que reconocer más la experiencia de los que ya ejercen, e integrarlos.

Práctica y trabajo

Isabel Abarca realizó su práctica en diversos establecimientos de su comuna, de distintas características socioeconómicas.

Primero en un segundo básico, en el colegio subvencionado María de los Ángeles de Ciudad Satélite; luego a un sexto año básico en el Boston College, también subvencionado; después el privado Colegio Centenario, con un cuarto básico; y finalmente un cuarto básico en el Mater Purisima, un colegio de sólo niñas.

Según relata, le encanta enseñar historia, especialmente la antigua, geografía y lenguaje. "Me gusta la pedagogía, y creo que el hecho de ser mamá te da cierta tolerancia, para niños con necesidades educativas especiales, por ejemplo”, explica. Además Abarca estudia en la Fundación Mustakis para ser cuentacuentos, otra faceta suya que también ha aplicado en clases.

El esfuerzo no ha sido en vano, a comienzos de mes Isabel comenzó a trabajar como docente. Hace clases en la escuela Amor de Dios de la comuna de Cerrillos,  un establecimiento católico inclusivo y gratuito. En él, muchos de los estudiantes tienen problemas económicos y de aprendizaje, y provienen de muchos países distintos: Haití, Perú, Colombia, Venezuela y China.

En la Escuela, dirige un primer año básico, entre los que destaca a tres estudiantes haitianos, uno de ellos llegó hace poco más de un mes y no habla español.

Actualmente, es profesora jefe y tiene 40 horas semanales: enseña matemáticas, lenguaje e historia. Además hace clases en un segundo y un cuarto básico.

"Es un desafío grande, pero estoy contenta. Satisfecha, porque logré la meta que me propuse, a esta edad", afirma.

Por otra parte, destaca el rol inclusivo del Plantel a lo largo de sus estudios superiores: "Yo tenía prejuicios respecto a mis capacidades, pero la Universidad no. Cuando entraba nadie me miraba como bicho raro, al revés. Los profesores fueron muy acogedores, siempre estuvieron dispuestos a ayudarme", aunque asegura a nivel académico le exigieron igual que al resto. "Me siento plena hoy día al saber que pude lograrlo", puntualiza.

Autor: 
Marco Fajardo Caballero