Sociólogo afirma que falta de oportunidades y corrupción explican creciente clima de agresividad
Esta semana, se dio a conocer un video dio donde un pasajero de avión increpaba duramente al senador Guido Girardi, lo que provocó dispares reacciones en las redes sociales. También, una carta donde un padre se queja de que a su hijo pequeño lo regañó un adulto en el estadio San Carlos de Apoquindo -el mayor de edad le celebró un gol en la cara, por ser del otro equipo-. ¿Son hechos puntuales? ¿Hay algo que trasciende estas situaciones? ¿Existe más crispación en la sociedad chilena de la que pudo haber antes?
El sociólogo y académico del Instituto de Estudios Avanzados (IDEA) de la Universidad de Santiago de Chile, Dr. Cristián Parker, sostiene que para analizar los niveles de violencia en el país, primero hay que distinguir dos planos: el político y el de las relaciones interpersonales.
Desde el punto de vista político, Parker sostiene que “hay que mirar las cosas con perspectiva histórica”, descartando que exista una mayor violencia en la actualidad en comparación a la que existía durante la dictadura. “Nuestra democracia, nuestro sistema y nuestro modelo de desarrollo tienen una gran cantidad de problemas”, reconoce, pero subraya que aún “somos una sociedad donde, a pesar de todo, impera el Estado de Derecho y la ley”.
No obstante, a nivel cotidiano, advierte que la intolerancia va en aumento. “A nivel de la vida cotidiana en Chile, efectivamente hay una mayor agresividad, un clima más crispado y, también, una creciente intolerancia. Esos componentes se retroalimentan y generamos una situación donde, aparentemente, hay mayor violencia visible. No es una violencia social, caótica, sino una que está afectando nuestro modo de vida”, explica.
Respecto a las causas de esta situación, Parker identifica “la falta de contención, cuyo origen está en una sociedad que está siendo llevada, en gran parte de su vida cotidiana, por los apremios de una competitividad malentendida a nivel del mercado, del consumo, del endeudamiento, del exitismo, etcétera”.
“Como no tenemos la capacidad de contenernos, la rabia que algunos sienten llega y sale”, explica. Respecto a la crispación y los niveles de intolerancia, identifica “un incremento progresivo en las últimas dos décadas”.
“Estamos más intolerantes porque nuestra sociedad tiene ciertos problemas estructurales que no han sido solucionados, como la inequidad”, afirma Parker. “La falta de oportunidades y el abuso de poder, es decir, la corrupción, también ayudan un poco a eso… Como la sociedad es injusta, inequitativa y sin oportunidades, encoleriza”, explica.
“Uno anda molesto porque la Isapre me está robando, en el Transantiago me están cobrando demasiado, el Metro va demasiado lleno, en el trabajo tengo que cumplir lo que sea y no me suben el sueldo, etcétera”, ejemplifica la situación.
A eso, agrega la desconfianza que generan las instituciones en la ciudadanía. “Las propias instituciones, como está haciendo Carabineros, tiene que transformarse y aplicar medidas para que no sucedan estas cosas que los desprestigian”, indica.
“Estamos en una olla que ha estado calentándose y que ya comienza a hervir”, advierte. “No estamos en el extremo, pero sí en una olla donde la presión está un poco exagerada”.
Vaso medio lleno
No obstante, Parker sostiene que la intolerancia también tiene su lado positivo. “Ha habido un cambio en la actitud de la gente, en relación a cómo se comporta en grupo y frente a una autoridad e institución”, indica.
Parker afirma que esto no se relaciona con el modelo de desarrollo chileno específicamente, sino que responde “en general, a la globalización” y, en específico, al auge de los medios de comunicación y socialización.
“La autoridad ya no es esa persona que está arriba y a la que hay que rendirle pleitesía”, señala. “Es un tema que también tiene su lado positivo, en el sentido que la gente está consciente de sus derechos”, valora.
Con todo, puntualiza que “el problema es que como eso se da en un marco de falta de contención y tolerancia, la forma que tiene esa protesta o ese reclamo se deforma, porque no se hace adecuadamente”. “De inmediato se va al choque, a la violencia e, incluso, a las manos”, agrega.